Recuerdo que una vez leí que en Colombia ya no eran noticia los muertos, por ser éstos tantos que ya eran parte de la cotidianidad; quién los mataba y por qué era algo que no importaba, la ilegalidad y la impunidad derivado de gobiernos débiles ante delincuentes mucho más poderosos y mejor armados que ellos, dejó de ser parte de la agenda de gobernabilidad.
Esto viene a caso por las declaraciones del presidente Felipe Calderón a raíz de la muerte del policía Edgar Millán, diciendo que la prensa, al no denunciar estos ilícitos participaba de alguna forma en ellos. El conocido periodista Eduardo Valle en entrevista con Carmen Aristegui en CNN comentó que el presidente no sabía lo que estaba diciendo, que si no estaba enterado de la persecución y hostigamiento de que eran objeto los periodistas y reporteros que tocaban cualquier punto que pudiese molestar a cualquier poderoso, entre ellos, políticos, hombres de negocios y desde luego cárteles chicos y grandotes.
Cualquiera que vaya a hacer una denuncia tendría que tener garantizada su integridad -de él y de su familia- porque sabemos que inclusive las denuncias anónimas las localizan ubicando los teléfonos públicos de donde fueron estas llamadas realizadas. ¿Qué garantías tiene al respecto el ciudadano común? Y no digamos del periodista o el cuerpo judicial, ¿qué garantías tuvo Millán? Si los tipos que lo mataron entraron con la llave de su casa con la información de que éste se hallaba ahí en ese momento descansando. Los riesgos que corren los jueces y los ministerios públicos son inmensos y muchos ceden por miedo o por conservar el puesto y desgraciadamente muchos también le venden su alma al diablo.
¿Por qué Calderón en su discurso en el acto luctuoso de Millán desvía la responsabilidad a los periodistas y deslinda a quienes en verdad son responsables?, simple y sencillamente porque es más fácil culpar a alguien intangible que enfrentarse a la realidad de la tremenda corrupción que existe en los cuerpos policiacos y de la que desgraciadamente muchos de sus funcionarios son partícipes.
Yo le puedo asegurar a usted que cualquier periodista, o inclusive ciudadanos comunes, saben perfectamente los lugares en los que se vende droga, se aseguran armas, o donde hay “picaderos”, o quiénes son los integrantes de las pandillas que realizan la cantidad de robos diarios y los ilícitos que se realizan dentro de la función pública que se quedan en el limbo, pero ¿cuál es su garantía de seguridad y de que se aplique la ley, al hacer una denuncia “anónima” o un acto de heroísmo haciendo una denuncia pública? Simplemente ninguna.
Las balaceras que eran algo insólito -si acaso algún borracho en una fiesta- son ahora parte del entorno citadino, hemos perdido nuestra capacidad de asombro. Es por eso lo molesto que resultan las palabras del presidente, son desafortunadas y tontas, en verdad ha de creer que somos unos retrasados mentales, cuando lo que está claro es que nada se investiga y nadie es responsable, ha de pensar que porque logró que Mouriño fuera “inocente” y la verdad se convirtiera en mentira con su solo deseo, así también opera en el campo de la información.
No señor presidente así no funciona y su obligación es garantizar la seguridad de los medios de información, garantizar la seguridad de sus ciudadanos que expresados en una mayoría votaron por usted, garantizando la aplicación irrestricta de la ley, para que de esa forma la comunidad en general participe y con su omisión no colabore como usted afirma, con los ilícitos de todos tamaños, sabores y colores.
Y como el asunto de la información se ha convertido en un asunto de vida o muerte, definitivamente vamos a extrañar a Jáquez, pues era de los pocos si no el único, que nos informaba de lo que pasaba por acá, con nombres, santos y señas; claro está que tampoco investigaron a nadie, y no pasó nada, pero eso no le quita los méritos; un valiente o soñador no lo sé, que por hacer una investigación lo mandó golpear un conocido político, y aún así no se amilanó, debe de haber más de dos encantados de quitarse esa monserga. En paz descanse.
Si el presidente quiere periodistas comprometidos y valientes, que empiece por ser valiente él, realmente investigando, o simplemente sacando a la luz lo que todo el mundo sabe y afrontando las consecuencias de la misma forma que las afronta quien está realmente dispuesto a cambiar su país y en verdad tenga “las manos limpias”.