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A los Toros

Dr. Enrique Vázquez Legarreta

El toro de lidia

El toro es el elemento primordial de la fiesta brava, y de sus características, bravura y mansedumbre y derivaciones de una u otra condición, ha dependido siempre el torero.

De la monumental obra “Los Toros”, de don José María de Cossío, tomamos las siguientes observaciones del famoso tratadista madrileño:

Según el comportamiento y reacciones en el ruedo, a su carácter, se pueden clasificar en toros bravos, blandos y mansos. El toro bravo es aquel que pelea desde que sale al ruedo hasta que lo matan, impulsándose siempre hacia delante. Básicamente en la suerte de varas es donde se mide la bravura del toro. Debe arrancar sobre el caballo del picador tantas veces como sea necesario. Debe mantener la bravura para seguir embistiendo en el último tercio, atacando.

Se dice que un toro tiene mucho “celo” cuando el astado termina fiero, de acometividad constante, atemperado, nervioso, ciñéndose, revoltoso, ganando terreno o procurando hacerlo, según sea la condición de su lidiador.

También a su bravura le puede faltar nervio y su acometividad resulta sencilla, noble, entonces se llama “boyante”. Pero siempre serán “prontos”, es decir, acudirán enseguida al cite.

Los toros “blandos” son aquellos que se duelen al castigo de la puya, recelando al entrar a la suerte y saliendo sueltos de ella. Son reses más sensibles al dolor que al estímulo de la sangre brava. Son “tardos” que se retraen para acometer.

Los toros “mansos” son los que no se dejan picar, que voltean la cara al caballo, que esquivan toda pelea, substituyendo ésta por una defensa cautelosa o buscando siempre por dónde huir. Durante el transcurso de la lidia se operan muchas veces transformaciones notables y desconcertantes, y vemos, por ejemplo, que esos toros en un principio, menos en el caballo, van infinidad de veces al cite de la muleta, tienen muchos pases, lo que hace dudar que sean definitivamente cobardes.

El mejor toro para el toreo actual de muchos pases con temple y largueza, es desde luego el “boyante”. Por otro lado, un toro, lo es cuando tiene cuatro años como mínimo, debe tener trapío, es decir, un conjunto de caracteres externos que se puedan apreciar a simple vista y que le den bella estampa.

En el toro de trapío se exige, además de las condiciones particulares de sus órganos, energía y viveza de movimientos que indiquen su nerviosidad, piel fina o aterciopelada que transparente su musculatura potente.

El toro de trapío debe ser de esqueleto fino, que se reflejará en su cabeza, cabos y pezuñas pequeñas; de cuello proporcionado, pues los toros de cuello corto no bajan la cabeza y los de cuello largo la tienen muy movible y las agujas muy lejanas.

Los toros cornalones cornean pesadamente, y sólo convienen al picador, que puede castigarlos impunemente mientras quedan enganchados en el peto del caballo, los toros gachos quitan emoción a las suertes.

El toro de trapío es ese toro ideal que sueñan los buenos aficionados y que promete una lidia artística en la que habrá de lucir su bravura y su nobleza.

A los toros según su edad se les llama: ternero, mamón o choto, cuando tienen menos de un año.

Becerro, añojo: cuando tienen un año cumplido. Eral, con dos años cumplidos. Novillo, utrero: con tres años cumplidos. Toro, cuatreño: con cuatro años cumplidos. Cinqueño: con cinco años. Sin nombre especial si pasa de cinco años.

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