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A los Toros

Enrique Vázquez Legarreta

CARLOS ARRUZA

Carlos Ruiz Camino, quien optó por usar en su carrera taurina el segundo apellido paterno, o sea Arruza, nació en la ciudad de México un 17 de febrero de 1920. Hijo de padres inmigrantes.

Su padre, competente sastre, pudo mandar a sus tres hijos al Colegio Cervantes, escuela española de aquella época destinada a menores de clase acomodada. Dos de ellos (Manolo y Carlos), deslumbrados por las hazañas de “Armillita”, “Cagancho” y Lorenzo Garza, deciden lanzarse a la incierta aventura del toreo.

Carlos Arruza fue un torero completo, de variado repertorio, que apuntaba un toreo más de adorno que de dominio, aun cuando su valor y decisión hacía que pudiera con lo que saliera por la puerta de toriles.

Poseía medios físicos poco comunes. Sus piernas eran de acero y mostraba una flexibilidad casi felina.

Era espectacular en el segundo tercio, al grado que numerosos comentaristas taurinos de esa época opinaban que era el amo y señor de las banderillas. Con los palitroques en las manos era un virtuoso, con una personalidad singular.

Al torear de muleta daba una enorme variedad a las suertes. Inspirado en “Manolete” logró el aguante de éste y disminuyó los terrenos entre toro y torero. Mencionan las crónicas que se cruzaba más aún de lo que lo había hecho el torero cordobés, y con ello perfeccionó aquello a lo que se denominó “encimismo”.

Pensamos oportuno mencionar o recordar una de las más grandes tardes triunfales del torero criollo Carlos Arruza en la Plaza Monumental de Barcelona el día 25 de julio de 1944. El cartel lo integraron los toreros hispanos Manuel Jiménez “Chicuelo”, Mario Cabré y El Ciclón Mexicano. Al día siguiente de la mencionada corrida el diario metropolitano Excélsior publicó, respaldado por el prestigio de Associated Press, lo siguiente:

“El matador de toros mexicano Carlos Arruza rompió hoy en la Plaza de Barcelona todos los precedentes de la tauromaquia española, al cortar las dos orejas y rabo de su primer enemigo y los máximos trofeos y además una pata de su segundo enemigo en la que fue su segunda aparición del torero azteca en ruedos hispanos”.

Se menciona que Arruza fue llevado tres kilómetros en hombros de numerosos entusiastas aficionados desde la Monumental hasta la Rambla de Barcelona. El triunfo del mexicano, como el que obtuvo en su presentación en Madrid, se debió principalmente, en opinión de los críticos españoles, al estilo de torear de los mexicanos, que no se había visto en España desde 1936.

Los toros de Juan Cobaleda fueron bravísimos. En su primer toro Arruza se lució y fue ovacionado al interpretar unos faroles de rodillas, colocó tres magníficos pares de banderillas de poder a poder, y tras brindar al público, realizó una faena a base de naturales, derechazos, parones y pases con rodillas en tierra en medio de dianas, coronando su labor con una estocada hasta la bola.

Fue premiado con los máximos trofeos y vueltas al ruedo.

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