LORENZO GARZA
El 21 de marzo de 1943 se despidió de los ruedos Lorenzo Garza Arrambide, esto tuvo lugar en “El Toreo”, encerrándose por última vez en solitario con seis ejemplares de la famosa ganadería de San Mateo, orgullo de don Antonio Llaguno.
El “Ave de las Tempestades”, el genial, el inmenso, se alejó de los toros con el mismo paso gallardo y majestuoso con que entre vítores y alaridos hiciera tantas veces el paseíllo, se fue con la misma altivez con que señorialmente recorriera el anillo en tardes de triunfo.
Mencionan los escritos de esos tiempos, que Garza la noche anterior al día que pisara por última vez el ruedo del “Toreo” se despidió de los aficionados a través de una difusora, con un gesto de los suyos, de los que sólo él era capaz... Con voz ahogada, venciendo con esfuerzo la emoción que le embargaba, pronunció estas palabras: “Después de 14 años de lucha y de prueba, he conseguido una posición con la cual creo poder pasar los últimos días de mi vida... No tengo otras palabras, más que agradecer a la afición mexicana con toda mi alma... tanto a mis amigos como a mis enemigos... Muchas gracias, y un saludo a toda la afición”.
Rasgo personalísimo el suyo, demostrando agradecimiento a sus enemigos, a los que siempre tuvieron fe en él, a los que le siguieron fielmente en toda su carrera, gracias, sí, porque discutiéndolo hicieron ver que valía; porque poniéndose en su contra, y al salir de él victorioso, pudo demostrar su hombría y su poder; porque al volcar sobre él insultos, hicieron que despertara interés; porque negándolo, le hicieron más grande.
Por última vez se encerró “Lorenzo El Magnífico” con seis toros de San Mateo, la ganadería preeminente, en las dehesas de la cual pastan los toros del triunfo, y también en esta ocasión el nombre magnético del “Califa de Monterrey” congregó en el Coso capitalino la entrada máxima.
El clarín anunció el principio de la fiesta, y el “Milagro de Monterrey”, entre una ovación de delirio, de locura, inició su último paseo, arrogante y señorial, vistiendo de blanco y oro, terno del mismo color que aquel con el cual recibiera la alternativa.
El público, en último homenaje, arrojó a los pies del diestro puñados de flores, en los tendidos se extendieron carteles dándole su adiós y se elevó en grito unánime su nombre, el grito de guerra con que los garcistas han demostrado orgullosamente su bandera...
Entre constantes ovaciones, transcurrió la lidia de “Clavelito”, “Castellano”, del que Lorenzo cortara la oreja, “Molinero”, “Rondeño”, “Espejito” y, finalmente, el bello “Pajarito”, orgullosamente su bandera.