ANÉCDOTAS TAURINAS
El “Califa de León de los aldabas”, Rodolfo Gaona, fue el primer extranjero que cortó una oreja en la Plaza de Madrid. El hecho tuvo lugar la tarde del cinco de abril de 1917, en la que el “Indio Grande” hizo una gran faena a un astado del Duque de Veragua.
El primer torero que usó el mote de “Armilla” fue el madrileño Esteban Argüelles, nacido el 19 de febrero de 1845. Era un muy notable subalterno, que formó pareja por años y años con el célebre Pablo Herraíz.
Hace 100 años aproximadamente (1910), se consideraba denigrante el uso de los “burladeros” en las plazas de toros. Si acaso, aparecían en festejos de poca monta, pero nunca en corridas formales, ni en novilladas de postín. Pepe Ortiz, el “Orfebre Tapatío”, de haber seguido las indicaciones de sus padres habría sido sacerdote. Estuvo primero en la Escuela Parroquial de Guadalajara y luego hasta el año de 1913 en el Seminario Conciliar, viniéndose ese mismo año a radicar a México, donde cambió el rumbo de su vida.
El nombre de “Plaza de Toros” les viene a los circos taurinos del hecho de que antes se efectuaba la lidia de reses bravas en las plazas de las poblaciones, las que eran dotadas de barrera, gradas y demás dependencias propias, hoy en día de los cosos.
Juan Belmonte (en su época) fue de los toreros que más festejos toreó en un año. Completó la cifra de 109 actuaciones en 1919, en tanto que “Joselito”, en los años en que pasó de 100, fueron los de 1915, 1916, 1917 y 1918, no logrando superar la marca que impuso el “Terremoto de Triana”.
El diestro que más vueltas al ruedo dio en una tarde en el “Toreo” ha sido el regiomontano Lorenzo Garza. El “Ave de las Tempestades” recorrió el anillo de la plaza metropolitana 19 veces el tres de febrero de 1935, fecha en que alternó con el “Torero de México” Alberto Balderas en mano a mano un encierro de San Mateo. En esta memorable fecha Balderas fue herido gravemente en la ingle derecha por su primer enemigo, por lo que el temperamental regiomontano despachó a “Madroño”, “Trianero”, “Barbero”, “Rumboso”, “Gitanillo” y “Saladito”. Al final del festejo cuatro orejas y dos rabos se concedieron al torero regio, a pesar de sus notorias fallas con el acero.
Cuando Lorenzo había victimado al sexto, la plaza entera le aplaudió con indescriptible entusiasmo. En medio del redondel (cuentan las crónicas de esa fecha), trató de sonreír, pero lo traicionó la emoción y brotaron lágrimas de sus ojos.
Carmelo Pérez, el infortunado diestro texcocano, hizo su mejor faena de muleta después de la gravísima cornada que le infirió “Michín” de
San Diego de los Padres. Fue en Guadalajara, poco antes de marcharse a la madre patria; se menciona que ligó 27 pases naturales.