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A los Toros

Enrique Vázquez Legarreta

ANÉCDOTAS Y CURIOSIDADES

La casi totalidad de los lidiadores mexicanos, hasta los remotos tiempos de Ponciano Díaz, usaron bigote, en tanto que los diestros españoles antiguos preferían dejarse crecer las patillas.

El General Porfirio Díaz, siendo ya Presidente de la República Mexicana, toreó varias veces en la “Hacienda del Astillero”, situada en las cercanías de Huichapam, Estado de Hidalgo. La primera cornada que sufrió el admirado “Califa de León de los Aldabas”, don Rodolfo Gaona, fue al ejecutar el salto de la garrocha, en la Plaza de Toros de Durango en 1906.

Don Rodolfo Gaona “El Indio Grande” declaró al conocido y acreditado cronista taurino “Don Tancredo” sus experiencias vividas en 1937, doce años después de su despedida de los ruedos (12 de abril de 1925): Después de la retirada sentí un vacío en mi vida y sufrí lo que nadie imagina: en varias ocasiones soñé que estaba toreando. Durante dos años no quise saber nada de toros, porque la tentación era muy grande y tenía unos deseos locos de volver a torear; ni siquiera fui a una plaza para ver una corrida, y pedí a mis amigos que no me hablaran nada de toros. ¡Lo que sufrí! Después... ni los contratos en blanco, ni las alusiones personales turbaron la paz de mi vida.

Tres años después de mi retirada me sentía tan fuerte y tan bien de facultades como en mis mejores tiempos; y habría podido con todos. Pero se es hombre o no se es, y yo había empeñado mi palabra, tenía que cumplirla como la he cumplido.

El último toro lidiado en su brillante carrera llevó como nombre “Azucarero”, de San Diego de los Padres, de pinta berrendo en cárdeno, corniapretado, fue un burel excelente, sobre todo muy suave, tras una larga y lucida faena al son de “Las Golondrinas”, el toro llegó aplomado a la muerte, lo que contribuyó a que pinchara cuatro veces y acabara con estocada.

Toro famoso en los anales de la fiesta brava en México es el que en 1886 presentó el entonces ídolo de los públicos, Ponciano Díaz, con el nombre de “Elefante”, de ganadería desconocida, que fue lidiado en tres ocasiones, indultándosele en dos por su bravura y su nobleza. La primera vez que pisó el ruedo recibió 20 varas, 16 la segunda y 13 la tercera y última.

Nada menos que ocho varas tomó el primer toro que lidió la Ganadería de San Mateo en el antiguo coso capitalino “El Toreo”, dejando en el ruedo los cadáveres de cinco caballos de pica. Ese famoso ejemplar de las dehesas zacatecanas se llamó “Reina-Solo”.

Rafael Guerra “Guerrita” tuvo la satisfacción, en su largo historial de matador de toros, de que no le devolvieran nunca un burel a los corrales por no poder estoquearlo. Entre los ases de antaño, uno de los que también tuvieron esa satisfacción fue el maestro de Saltillo, Fermín Espinoza “Armillita”. En la actualidad el diestro regiomontano Eloy Cavazos también se puede sentir orgulloso de que nunca se le fue vivo un astado a los corrales.

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