‘EL CALESERO’
Pocos toreros como él han impactado tanto al mundo taurino, por su sobriedad y buen gusto al torear. Alfonso Ramírez Alonso, el “Calesero”, nació en Aguascalientes el 11 de agosto de 1916. Don Vicente Lleixá, abogado catalán y socio de Ángel Urraza, concede a Ramírez, cuando decide impulsar su tierna y apenas promisoria carrera taurina, el apelativo de “Calesero”, basándose en los antiguos carruajes. A los 11 años de edad formó parte de una cuadrilla juvenil en su ciudad natal y el 10 de junio torea su primera becerrada.
En abril de 1930 se presenta como novillero en la Feria de San Marcos, alternando con Fernando López y “Temerario”, lidiando un encierro de Cieneguillas. El primero de mayo de 1933 debuta en El Toreo de la Condesa de la capital mexicana en corrida de concurso con astados de Peñuelas. Aquella tarde el hidrocálido fue un rotundo fracaso. “Monosabio”, el cronista taurino más influyente de la época, escribió: “Alfonso Ramírez será torero el día que a las ranas les salgan pelos”. Herido en lo más íntimo, el joven Alfonso se propuso no descansar hasta que el cronista de marras le escribiera una buena crónica.
De la mano de don Vicente Lleixá, volvió a la Capital para enfrentar una novillada de Quiriceo. Aunque no cortó orejas, logró bordar algunos lances de capa que levantaron de sus asientos a los conocedores aficionados capitalinos. Al día siguiente el mismo don Carlos Quiroz “Monosabio” apuntó: “Algo encierra este muchacho que puede llevarlo a ser torero”.
A partir de 1935, “Poeta del Toreo” comienza a torear por todo el país y los triunfos se suceden con regularidad, de esta manera vuelve a El Toreo de la Condesa donde el novillo “Milagrito”, de San Mateo, al que inmortaliza con el percal y la franela, lo pone a las puertas de la alternativa.
Su doctorado ocurrió el 24 de diciembre de 1939 de manos de Lorenzo Garza, con el testimonio de David Liceaga, con un encierro de San Mateo. Las crónicas de esa memorable fecha hicieron saber a los lectores las palabras del “Ave de las Tempestades” hacia su ahijado en la ceremonia: “Mi único deseo es que a partir de hoy usted triunfe como yo he triunfado; que gane el dinero que yo he ganado y que le chillen tan fuerte como a mí me están chillando estos hijos de su...”.
Su tenacidad a toda prueba lo llevó a la gloria el 10 de enero de 1954 al cuajar, en la Plaza México, a “Campanillero” y “Jerezano” de Jesús Cabrera, faenas por las que el cronista Carlos León le otorgó el “Premio Nobel de la Torería”.
“Poeta del Toreo” se retiró de los toros en febrero de 1966, dejando en el camino una carrera de 27 años como matador de toros. Su legado taurino es el lance de la “Caleserina” y un impecable sello para realizar la larga “Cordobesa”, además de haber brillado intensamente, sobre todo con el capote.