Tardía, desorganizada y sin objetivos claros, la gira del presidente Felipe Calderón a Estados Unidos no tuvo el impacto esperado ni tampoco logró frutos significativos.
El viaje del mandatario mexicano se realiza en mal momento cuando las campañas presidenciales están en su máximo nivel y por ende el tema de una reforma migratoria quedó fuera de la agenda política en lo que resta del año.
Quizá por ello fueron escasas las menciones de la visita de Calderón en los diarios norteamericanos y lo mismo ocurrió en los medios electrónicos. Sólo los canales y periódicos en español destacaron los pormenores de la gira.
El programa de Calderón incluyó reuniones con gobernadores, alcaldes, congresistas locales y grupos de inmigrantes mexicanos, quienes poco o nada pueden hacer por cambiar las leyes federales como tampoco frenar el clima de persecución contra los inmigrantes que se vive en Estados Unidos.
¿Por qué no se gestionaron entrevistas con los líderes del Congreso y los altos funcionarios del Gobierno de George W. Bush?
Una señal clara de la desorganización que privó en esta gira fue la ausencia del nuevo cónsul de México en Los Ángeles, cuya ratificación no salió a tiempo por la burocracia del Gobierno y del Senado.
De un total de 34 actividades que desarrolló Calderón en este gira, sólo ocho fueron públicas y con acceso a los medios de comunicación. Por demás inexplicable este sigilo informativo cuando al mandatario mexicano le urgía comunicar su mensaje al mayor número de connacionales.
Por si fuera poco las protestas de los propios paisanos no se hicieron esperar, la mayoría de ellas de grupos de mexicanos que sienten que el Gobierno de Calderón no los ha respaldado en su lucha por legalizar su estatus migratorio.
Otros dirigentes y activistas protestaron por la forma de seleccionar a los invitados a las reuniones con el presidente mexicano. Según las denuncias se dio preferencia a simpatizantes de Acción Nacional y se excluyó a líderes de izquierda afines al PRD.
Las principales demandas planteadas a Calderón por la comunidad mexicana fueron mejorar la atención en los consulados, promover ante Estados Unidos una reforma migratoria, defender con más ahínco los derechos humanos y erradicar los abusos contra los paisanos cuando visitan México.
Calderón defendió con pasión en varias ocasiones a los inmigrantes y se comprometió a utilizar la fuerza de su Gobierno para alcanzar la reforma migratoria.
Pero poco habló del gran apoyo que brindan los inmigrantes a México a través de las millonarias remesas ni del escaso respaldo que reciben los paisanos cuando son agredidos por las autoridades norteamericanos al cruzar la frontera y menos de un plan efectivo para arraigar a los campesinos en sus regiones.
Tampoco se incluyó en la gira de Calderón una visita a un centro de detención de indocumentados para constatar los terribles abusos y ni siquiera un recorrido por la frontera en donde el cerco de la Patrulla Fronteriza es cada vez más severo y agobiante.
Otro gallo hubiera cantado en torno a la reforma migratoria y el infame muro fronterizo si Calderón hubiera realizado esta gira en 2007 al arranque de su Gobierno con el objetivo firme de cabildear por la ansiada reforma migratoria.
A toro pasado esta gira presidencial resultó un viaje de placer con el ánimo de elevar la imagen de un Gobierno cuestionado en Estados Unidos y de paso atender las invitaciones de los amigos de Harvard y del actor gobernante Arnold Schwarzenegger. Y sin olvidar el paseo por Napa Valley para degustar un buen vino californiano. ¡Qué hermosura!
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