Concebido hace 43 años como el brazo tecnológico de la industria petrolera, el IMP apenas está tomando medidas para restituir décadas de abandono y rezago.
Una de las justificaciones de la reforma energética planteada por el Ejecutivo es la necesidad de adquirir tecnología que México no tiene para explorar y explotar los recursos petroleros, especialmente en aguas profundas.
La paradoja es que el país cuenta desde hace 43 años con una institución concebida como “brazo tecnológico” de la industria petrolera que hoy, tras décadas de abandono presupuestal, sufre rezagos y carencias, y está convertida en un prestador de servicios más que en un generador de tecnología para Pemex. Incluso, el Instituto Mexicano del Petróleo no es mencionado siquiera en las iniciativas enviadas por el presidente Felipe Calderón al Congreso.
Desde 1986, el IMP dejó de recibir recursos directos de Pemex y fue hasta 2006 cuando se llevó a cabo una reforma a la Ley de Derechos que obliga a Pemex Exploración y Producción a destinar el 0.65 por ciento del valor de sus ventas anuales al pago del derecho para la investigación científica y tecnológica en materia de energía. Pero no todos esos recursos van al IMP, pues de ahí también se financian otras instituciones incluidas en el Fondo Sectorial Conacyt-Secretaría de Energía-Hidrocarburos y el Fondo Sectorial Conacyt-Secretaría de Energía-Sustentabilidad Energética.
En 2006, correspondieron al IMP 65 millones de pesos. En 2007, tras una nueva reforma, se establecieron porcentajes para los siguientes años: 15 por ciento en 2007, 35 por ciento en 2008, 20 por ciento en 2009 y 15 por ciento en 2010. Esta partida para investigación y desarrollo tecnológico del IMP llegó a 403 millones de pesos en 2007.
Aun con el aumento, la cifra destinada a investigación para el IMP representó una mínima parte de las ventas de petróleo. Según el informe financiero de Pemex de 2007, las ventas totales ascendieron a un billón 135 mil millones de pesos, por lo que la partida destinada al Instituto representó el 0.035 por ciento.
Esta cantidad es insignificante en comparación con lo que destinan otras empresas petroleras del mundo a investigación y desarrollo (I&D). Petrobras, por ejemplo, dedica por decreto el 1 por ciento de sus ventas brutas al Centro de Investigación y Desarrollo (Cenpes); la partida ascendió a 335 millones de dólares en 2001. British Petroleum asignó 495 millones de dólares en 2006.
Las diferencias se acentúan al comparar lo que recibe el IMP para investigación con lo que las grandes petroleras transnacionales destinaron a ese rubro en 2006: ExxonMobil, 733 millones de dólares; Shell, 885 millones de dólares, e Iberdrola, 56 millones de dólares.
Con los 403 millones de pesos recibidos en 2007, el IMP pudo financiar apenas el 40 por ciento de su gasto en investigación (900 millones), el resto provino de su facturación.
Prestador de servicios
Creado el 23 de agosto de 1965, 27 años después de la expropiación petrolera, el IMP fue concebido como el “centro de investigación y desarrollo tecnológico de la industria petrolera”. Según el decreto de creación, nació con cinco objetivos: investigación científica, básica y aplicada; desarrollo de disciplinas de investigación; formación de investigadores; difusión de los desarrollos científicos y su aplicación en la técnica petrolera, y capacitación de personal obrero para labores en el nivel subprofesional dentro de las industrias petrolera, petroquímica básica, petroquímica derivada y química.
En las últimas décadas, sin embargo, sus actividades se han centrado más en la prestación de servicios que en el desarrollo de nuevas tecnologías para la industria petrolera.
Aunque es el centro de investigación que produce el número más alto de patentes en México, sus ingresos dependen completamente de Pemex, con quien tiene suscritos 700 contratos de servicios por los que este año va a facturar 4 mil 201 millones de pesos.
Esos ingresos, según las propias autoridades del IMP, se destinan a Gasto Corriente y a mantener en operación las áreas de servicio a Pemex.
En el Presupuesto de Egresos para 2008 se indica que de los 4 mil 945 millones de pesos que se va a gastar este año el IMP, sólo 170 millones van a inversión; 2 mil 961 millones van a servicios personales (nómina) y mil 416 millones a gastos de operación. Unos 900 millones se destinarán a investigación.
Hasta el año pasado, el IMP registraba 3 mil 731 empleados, de los cuales 278 (7.45 por ciento) son investigadores y mil 675 empleados “de aplicación industrial” (44.8 por ciento), cuya función no es aclarada en la información que publica el IMP sobre su estructura orgánica.
El acervo intelectual del IMP, que cuenta hoy con 172 patentes vigentes, no es suficiente para dar autonomía tecnológica a Pemex.
El IMP recibe regalías por 45 millones de pesos anuales por patentes. En contraste, entre 1999 y 2005 el Instituto gastó 468 millones de pesos por “uso y marcas de patentes nacionales y del extranjero” y 385 millones en “contratación de servicios técnicos, tecnológicos, asesorías y consultorías”, según información hecha pública por el IMP a través del IFAI.
Oportunidades perdidas
Un estudio de Guillermo Guajardo, investigador del Centro de Investigaciones Interdisciplinarios en Ciencias y Humanidades de la UNAM, revela que el rezago tecnológico de la industria petrolera nació en los años ochenta, cuando a menos de dos décadas de existir el IMP empieza a padecer los dificultades presupuestales y de vinculación con Pemex.
Según registra el documento, en esa década se perdieron valiosas oportunidades de desarrollo en este campo.
“(El Estado) demora casi 3 décadas en tomar la decisión de desarrollar la investigación y la innovación para el petróleo, y dos décadas y media más tarde no ve lo necesario que era hacer alianzas, flexibilizar ese desarrollo. El cambio en las políticas económicas desde 1985 alteraron la relación entre el IMP y Pemex, manifestado en el hecho de que sus actividades empezaron a ser facturadas y contabilizadas como servicios a Pemex”, apunta Guajardo.
Para ese año, explica el especialista en relaciones entre empresas e innovación, se profundizó la disminución de adquisiciones de equipo, materiales y reducción de personal directivo de confianza. Los proyectos cancelados cubrían toda la gama de actividades de Pemex –relata– desde la exploración, explotación, proyectos de investigación de procesos, proyectos de ingeniería, de metalurgia, hasta la electrónica.
La investigación, realizada por Guajardo a petición del IMP, pone en evidencia la disminución de interés de Pemex en el Instituto, pues relata que desde 1986, en lugar de pagar una cantidad fija mensual al IMP, se estableció un sistema de pago a base de facturas aprobadas por las áreas y en conformidad con el área de Pemex que recibía el servicio.
Fuera de la iniciativa
Parte central del debate en torno a la reforma de Pemex ha sido si México cuenta con la capacidad tecnológica necesaria para mantener los niveles actuales de producción y restitución de reservas de hidrocarburos ante la inminente caída de los recursos asegurados de petróleo crudo equivalente en los próximos años.
Sin embargo, el paquete de iniciativas que envió el presidente Felipe Calderón al Congreso el 8 de abril (que contempla una nueva Ley Orgánica de Pemex; una Ley que crea la Comisión del Petróleo y reformas a la Ley de la Comisión Reguladora de Energía, la Ley Reglamentaria del Artículo 27 de la Constitución y la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal) no contiene una sola mención o referencia al IMP.
De acuerdo con la iniciativa, quedarían en manos de la Sener la adquisición y desarrollo de capacidades tecnológicas para enfrentar el nuevo reto, fundamental para poder explotar las aguas profundas del Golfo de México y las cuencas del Sureste y Chicontepec de manera rentable.
Pero al exponer el propósito de “propiciar el desarrollo de la industria nacional, así como el de la tecnología, por parte de empresas nacionales”, el IMP se convierte en el gran ausente de la reforma.