Taiwán y China inician hoy una nueva etapa de relaciones políticas al abrir el tráfico marítimo y aéreo entre las dos naciones, prohibido desde 1949, pero tanto expertos como empresarios y el resto de ciudadanos taiwaneses mantienen una actitud de optimismo limitado.
El Gobierno taiwanés lo anuncia como un gran logro político y subraya sus beneficios económicos, mientras que la oposición lo presenta como una venta de soberanía por oropel.
“Los lazos directos inauguran una nueva era”, dijo el presidente taiwanés, Ma Ying-jeou, que aseguró que ayudarán a reactivar la alicaída economía isleña.
Sin embargo, la principal dirigente opositora, Tsa Ing-wen, presidenta del independentista Partido Demócrata Progresista (PDP) , criticó al Gobierno por “ceder demasiado ante China en el campo de la soberanía por supuestos beneficios económicos”.
En opinión de la economista isleña Chang Wen-lin, “la apertura de los lazos directos tendrá un escaso impacto sobre la vida de la mayoría de los taiwaneses”, ya que no se espera un fuerte aumento en la llegada de turistas chinos y no se han abaratado los pasajes aéreos.
Los más beneficiados por la medida son los actuales inversores taiwaneses en China, que podrán desplazarse con mayor facilidad desde la isla y que reducirán costes en el transporte de componentes para sus fábricas, según la experta Cristina Chen, del diario “Tiempos Comerciales”.
La crisis financiera mundial y los cambios en la legislación laboral china han asestado un duro golpe a las empresas taiwanesas en China, en su mayor parte orientadas a la exportación, lo que disminuye el impacto positivo de la apertura de los lazos directos.
Los empresarios taiwaneses interesados en entrar en el gran mercado chino sí se beneficiarán de los lazos directos, pero existen fuertes barreras en China para este tipo de inversiones, advirtió Cristina Chen.