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‘Absorbe’ la ciudad al campo

Debido a la falta de oportunidades en el campo, muchos ejidatarios se vienen a la ciudad a buscar un empleo.

Debido a la falta de oportunidades en el campo, muchos ejidatarios se vienen a la ciudad a buscar un empleo.

Fabiola Pérez-Canedo El Siglo de Torreón

Poco a poco las antiguas comunidades ejidales de la comarca se han ido convirtiendo en colonias populares o fraccionamientos residenciales; los ejidatarios han tenido que dejar la tierra para trabajar como obreros, jardineros o veladores en la ciudad. El campo lagunero ofrece hoy un rostro muy distinto al de hace 20 años.

El campo lagunero decrece, poco a poco los ejidos se han convertido en fraccionamientos y los ejidatarios ahora son obreros, albañiles, jardineros, empleados. Muchas de las comunidades rurales han quedado reducidas a dormitorios, mientras que sus habitantes, que antes se observaban diariamente en la labor, ahora salen temprano a cubrir un turno en las industrias de Torreón y Gómez Palacio.

“Pocos son los que siembran, ya hay pocos ejidatarios, quedarán unos 15 de 68 que antes eran”, comenta Estéfana Guerrero, del ejido Maravillas, perteneciente a Matamoros, ubicado a unos kilómetros de la mancha urbana de Torreón.

La labor ha quedado poco a poco en manos de los pequeños propietarios, al tener poco recurso los ejidatarios para sembrarla. Por eso, la mayoría de los varones trabajan como obreros ahora en la zona industrial de Torreón, de esta forma “ahora tienen prestaciones”, dice la señora.

Desde el camino que sale del ejido Maravillas se observa la antigua carretera a San Pedro, que se dirige directamente a la zona industrial de Torreón.

A lo lejos también se aprecian los desarrollos habitacionales Senderos y Los Azulejos.

De acuerdo con la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), de los mil 443 productores que originalmente se inscribían en el Procampo desde 1994 con tres mil 320 hectáreas en Torreón, sólo quedan 628 con mil 454 hectáreas.

Ignacio Corona Rodríguez, delegado de la Sagarpa, señaló que 815 productores fueron dados de baja por factores como predios invadidos por el crecimiento de la mancha urbana, ventas de tierras y derechos de agua. Los predios de Torreón que han sido convertidos casi en su totalidad en fraccionamientos son El Águila, La Joya, Zaragoza, Ignacio Allende, El Tajito, El Ranchito, La Libertad, La Unión, Conchita Roja y Allende II.

Entre los que conservan más superficie elegible son La Partida (252 hectáreas), La Fe (194), La Perla (140), Albia (128) y La Palma (124). Los que más superficie han perdido en estos años son La Joya (282), La Concha (262), La Paz (148), La Fe (120) y El Tajito (118 hectáreas).

El efecto principal de la reforma hecha al Artículo 27 constitucional en 1992 fue diversificar los mecanismos de incorporación de suelo de propiedad social al mercado inmobiliario urbano, lo que provocó el auge del libre mercado.

Antes de esta reforma, las tierras ejidales no podían incorporarse al desarrollo urbano porque la Ley Agraria prohibía su enajenación y su conversión a usos urbanos pero a partir de la reforma al Artículo 27, se permite la venta del suelo ejidal y comunal, lo cual permitiría que paulatinamente se remplazara su venta ilegal por su incorporación ordenada al desarrollo urbano legal.

De esta forma, para los ejidatarios resultó más rentable vender sus parcelas y obtener beneficios a corto plazo que seguirlas trabajando.

En la actualidad, en la Comarca Lagunera la mayoría de la gente vive en la zona urbana, salvo los municipios de San Pedro y Matamoros, que tienen a la mayoría de su gente en el área rural. En Francisco I. Madero, el 41 por ciento de la población vive en ejidos; en Torreón, menos del cinco por ciento.

En San Pedro se trata de un 54 por ciento de los habitantes y en Matamoros el 51 por ciento.

Del lado de Durango, la situación no es muy distinta. En Lerdo vive en el área rural un 45 por ciento de la población y en Gómez Palacio es el 21 por ciento, de acuerdo al último conteo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

Los porcentajes de Torreón y Gómez Palacio son considerablemente más bajos al resto de los municipios debido a que en ambas localidades la mancha urbana prácticamente ha absorbido a las comunidades rurales.

CADA VEZ SON MENOS

Pero las mañanas en Maravillas no se comparan con las de El Cántabro, donde las calles prácticamente se quedan solas mientras que los escasos pobladores salen a trabajar en la cabecera municipal y unos pocos continúan su labor en el campo.

“Hay algunos que siguen pero se va la mayoría a buscar trabajo, hay ranchos que se quedan con poca gente, en El Pilar así se quedó también, se ven las casas abandonadas, que se están cayendo”, señala Olga Lidia Montoya, quien se dedica al hogar.

En El Cántabro, ejido de Francisco I. Madero, se llegaron a contar más de mil habitantes en el Censo del INEGI en 1950, mientras que en el conteo de 2005 apenas alcanzó 591, es decir, la comunidad ha perdido más de 600 personas en un lapso de 20 años por la migración de éstas a sitios con más oportunidades, al grado de que desde el censo del 2000 no muestra crecimiento en su población.

Caso contrario es el de Batopilas, también en Madero. Esta comunidad comenzó con 131 personas en el primer censo del INEGI en 1950, pero en el 60 ya contaban con 98 personas y en el 70 subió considerablemente, hasta 333, para volver a disminuir en el 80 y subir nuevamente en el 90, manteniéndose desde entonces en más de 400 habitantes.

El censo de 2005 arrojó casi 500 personas en este sitio, que en 1980 era considerado ejido y a partir del 90 entró en la categoría indefinida al tratarse de una comunidad rural.

Para Roberto Acosta, comisariado ejidal de Maravillas, la culpa no es de los campesinos sino del Gobierno, en este caso del de Matamoros, donde se han limitado los apoyos a grupos afines al PRI, y cita como ejemplo el caso de San Pedro, donde los ejidatarios obtienen múltiples subsidios de la Presidencia Municipal.

“Ya somos pocos los que sembramos aquí a comparación con el municipio de San Pedro, nos damos cuenta de que a ellos les dan muchos apoyos y a nosotros nada”, comenta, “aquí habemos dos personas con algodón y los demás puro sorgo forrajero”.

La cabecera municipal de Viesca es, en La Laguna, la más afectada por la migración. Viesca tuvo su auge en términos de población en 1900 cuando tenía cuatro mil 676 habitantes, de acuerdo al censo del INEGI.

Desde entonces ha ido en descenso, su punto más bajo fue en el censo de 1970 con dos mil 923 personas y de aquí incrementaron un poco para el conteo de 1995, cuando se registraron tres mil 595, sin embargo, en el conteo de 2005 ya había menos gente, tres mil 472.

Por su parte, San Pedro experimentó una leve caída del conteo de 1995 al censo del 2000, de 42 mil 88 habitantes a 41 mil 642, pero nuevamente se recuperó en 2005 con 43 mil 447 personas. Del 2000 al 2005, la cabecera municipal de Francisco I. Madero mostró un incremento del 14% en su población, es decir, hubo una alta migración de los ejidos hacia la zona urbana, en Matamoros fue del 10%, Torreón del 9% y San Pedro del 4%.

Del lado de Durango, Gómez Palacio subió en un 14% y Lerdo en un 21%, siendo este municipio el que más creció en términos del número de habitantes, lo que significa que tuvo una muy alta migración de personas de los ejidos a la cabecera municipal.

Los ejidos con mayor población en Torreón son La Concha, con tres mil 780 habitantes y La Partida, con tres mil 798, ambos han quedado prácticamente rodeados de fraccionamientos y están cerca de ser absorbidos por la mancha urbana mientras que comunidades como Los Milagros y Pozo de Calvo, del lado de Jimulco, cuentan con apenas 17 y 20 personas, respectivamente.

Hacia este rumbo no llega la urbanización. En San Pedro los ejidos con mayor número de personas son San Ignacio, con dos mil 129 habitantes y Concordia (La Rosita) con siete mil 112. En contraste, Luchana tiene 77 habitantes. Los ejidos más cercanos a las cabeceras municipales son los que registran una mayor población.

En Matamoros, San Antonio del Coyote tiene ocho mil 642 personas y es de los más altos mientras que San Antonio del Alto apenas llega a 146. En Francisco I. Madero, Lequeitio se ha mantenido en dos mil 700 habitantes desde el censo de 1980, como si la comunidad no se reprodujera, consecuencia del fenómeno migratorio. En el conteo de 2005 fueron dos mil 790 personas. Charcos de Risa, por su parte, tuvo 151, uno menos que en el censo del 2000, uno de los ejidos menos poblados en La Laguna.

En Gómez Palacio, el ejido con más gente es San Felipe, con cuatro mil 36 y uno de los que registran menos, Aquiles Serdán con 272, según el conteo de 2005. En Lerdo, las comunidades son más numerosas, siendo Nazareno, con seis mil 736 habitantes, de los más poblados, y Las Piedras, con 555, de los más pequeños.

DE CAMPESINOS A OBREROS

En Maravillas, los ejidatarios que no trabajan en Torreón o Gómez Palacio se van a Estados Unidos. En esta comunidad todos tienen a algún familiar o conocen a alguien que haya dejado su casa para irse en busca del “sueño americano”. La dinámica es la misma: primero se va el hombre de la casa, luego la esposa y los hijos, a veces también los hermanos con sus respectivas familias. Y poco a poco los ejidos se quedan solos.

“Aquí ya casi nadie siembra, empezaron a vender las tierras, ahora ya andan trabajando en lo que salga, en la obra o se van a la industria, aquí está muy cerca la zona industrial de Torreón”, dice Estéfana Guerrero.

“Es que antes tardaba mucho en venir el agua, yo creo que por eso fueron vendiendo su tierra, ahorita se siembra maíz forrajero y uno que otro algodón, antes era al revés, ya no se siembra como antes donde se veían los campos de algodón y hortalizas”, comenta.

El comisariado ejidal explica que la migración en las comunidades es menor cuando tienen cerca áreas de trabajo, que es el caso de Maravillas. Entonces, señala, la gente sale a trabajar por las mañanas a Torreón pero regresa a dormir al ejido.

“La mayor parte de la gente sale a trabajar, son empleados en Torreón, este es uno de los ejidos que yo creo que estamos un poquito bien en cuestión de empleo porque nos ayuda mucho a tener cerca la zona industrial”, dice Roberto Acosta.

Aun así, muchos ejidatarios no han encontrado empleo en Torreón y deben recurrir a Estados Unidos, donde nuevamente trabajan como jornaleros, pero en tierras que no son suyas y donde el pago es mucho mayor. Tal es el caso de José Ángel Mancinas, quien labora en una gasolinera y gana cerca de 500 pesos a la semana, lo que, dice, “no se hace nada” porque tiene tres hijos que van a la escuela.

“Se avienta uno por el río o por el desierto, la última vez que yo fui éramos dos y nos aventamos dos días caminando por el desierto, la sufre uno, llevábamos diez gorditas y dos botellas de agua, llega uno bien fregado pero lo bueno es que llegue, no todos podemos decir lo mismo”, expone.

José Ángel dice que mucha gente se ve obligada a arriesgar su vida e irse “al otro lado” porque aquí reciben un sueldo muy bajo, de modo que pagan un promedio de dos mil pesos a un “coyote” para que los cruce, esto de viernes a domingo, que es cuando la “migra” no está tan alerta.

“Entre 1600 y 2300 pesos están cobrando ahorita, hasta 2500 si uno está quema’o”, dice, “toda nuestra familia está en Estados Unidos: tíos, hermanos, están ahorita allá, yo duré seis años, nosotros nos vinimos porque falleció el suegro, yo iba y venía, ya con la primera vez que se va uno se acostumbra, el sueldo no es el mismo”.

El lagunero se dedicaba allá a arreglar las casas, ganaba 400 dólares por semana. Actualmente tiene ocho años que regresó a la región y asegura que ya planea cómo volver a cruzar.

“Aquí lo que se puede hacer es ayudarle a otra gente a trabajar en la obra, cosas que salen”, comenta.

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