“Terror no es más que justicia oportuna,
severa, inflexible”.
Robespierre
Algunos funcionarios del Gobierno mexicano, como el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, o el de Defensa, Guillermo Galván Galván, han mostrado reticencia a calificar como atentado terrorista el mortífero estallido de dos granadas en los festejos del 15 de septiembre por la noche en Morelia. Es necesario investigar más, nos dicen, para saber realmente quiénes fueron los responsables del atentado. En contraste, el gobernador de Michoacán, Leonel Godoy, ha declarado que, “técnicamente”, se trató de un acto terrorista.
Hay temor, y no solamente en México, de reconocer la existencia de un acto terrorista. Durante décadas se ha registrado una controversia en los foros internacionales sobre cuál debe ser la definición de terrorismo. Esto se debe a que el terrorismo que los gobiernos condenan cuando afecta a sus intereses lo aplauden cuando daña a sus enemigos. El terrorista de uno es el insurgente de otro.
Significativamente, la Organización de las Naciones Unidas, que tiene varias convenciones y protocolos sobre el terrorismo, no ha podido lograr un acuerdo para ofrecer una definición oficial y única de este concepto. En distintas resoluciones de los órganos de la institución se ofrecen definiciones diferentes.
La voz “terrorismo” no empezó siendo una descripción de acciones de grupos disidentes o de criminales contra el Estado. Los primeros “terroristas” eran funcionarios del Gobierno revolucionario de Francia quienes, de 1789 a 1794, y bajo el mando de un Comité de Salud Pública encabezado por Maximilien Robespierre, se dedicaron a guillotinar a todos aquellos que consideraban enemigos de la Revolución… o de sus intereses políticos. El propio Robespierre decía que el terror es “una emanación de la virtud”. Paradójicamente, varios de los funcionarios revolucionarios que ejercían el terror, como el propio Robespierre, terminaron muriendo en la guillotina.
La Real Academia Española sigue manteniendo ese sentido original de la palabra en su primera acepción de terrorismo: “Dominación por el terror”. La segunda definición, que refleja más adecuadamente el uso actual, es “Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror.”
Los funcionarios que se resisten a aceptar que lo que vimos en Morelia el 15 de septiembre es un acto terrorista utilizan una definición mucho más limitada. Según ellos, las ejecuciones y ataques de grupos de la delincuencia organizada sobre la población civil, como el ocurrido recientemente en la población chihuahuense de Creel, no son verdaderos actos de terrorismo. Para que haya terrorismo, desde este punto de vista, tendría que haber alguna motivación política en la acción, la cual no existe en el caso de Creel o en otras acciones violentas perpetradas por bandas organizadas de delincuentes. Los mismos funcionarios y políticos, sin embargo, se han resistido a considerar como terrorismo los ataques de grupos como el EPR a instalaciones de Pemex porque, según ellos, un acto terrorista necesariamente tendría que involucrar un ataque a la población civil.
El estallido de dos granadas en la ceremonia del Grito de Independencia en Morelia el 15 de septiembre, en un acto que dejó siete muertos y más de un centenar de heridos, parece, sin embargo, encajar dentro de cualquier definición razonable de terrorismo. Quizá el acto lo haya realizado una organización criminal, como La Familia, y no un grupo guerrillero como el EPR; pero parece una disquisición académica insensata y banal pretender definir como terrorista solamente un acto de un grupo guerrillero que tenga motivaciones políticas.
De cualquier manera, el procurador de Michoacán, Miguel García Hurtado, me señala que hasta este momento no hay ninguna información que permita suponer que los autores del atentado son criminales o guerrilleros. Las explicaciones de que se trata de un grupo de la delincuencia organizada que pudiera estar actuando en venganza por alguna matanza anterior son meras especulaciones. Hasta este momento simplemente no sabemos quién cometió el atentado o por qué.
Lo que sí sabemos es que un ataque en una plaza pública atestada de gente común y corriente es una forma de infundir terror en la población. En eso, los perpetradores están recurriendo a la vieja táctica que han utilizado los terroristas desde los tiempos en que Robespierre sembró el terror entre los franceses desde el Comité de Salud Pública de la Revolución Francesa. Por eso bien podemos decir que lo que estamos viendo son actos de terror perpetrados por terroristas… aun cuando a algunos no les guste pronunciar estas palabras.
NACIONALIZACIONES
Nuevamente ayer se desplomaron los mercados bursátiles en Estados Unidos, los cuales arrastraron a los de otros países del mundo, incluido México. En términos prácticos la Reserva Federal y el Gobierno estadounidense nacionalizaron a la aseguradora AIG, dos días después que Lehman Brothers protagonizó la mayor quiebra en la historia. La semana pasada ya el Gobierno había nacionalizado a dos grandes sociedades hipotecarias: Fannie Mae y Freddy Mac. El que un Gobierno que se precia de su compromiso con los mercados esté utilizando cientos de miles de millones de dólares de los contribuyentes para rescatar empresas privadas nos da una idea de la gravedad de la situación.