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Actuación disfuncional

A la ciudadanía

Magdalena Briones Navarro

Cada día me sorprende más la conducta del “Homo sapiens sapiens”, sobre todo cuando se supone derivada de una mente privilegiada.

Sorpresa y desilusión pueden obedecer a haber dado por verdades tales premisas. Es posible la negación de la privilegiada mente humana y por consecuencia una esperanza frustrada de una nacionalidad actuante. Es posible también aceptar el desarrollo de aquella vinculado a la nefastez de la conducta, si añadimos el error triunfante de enfocar tan grandiosa maravilla a metas culturales que de suyo desarticulan al hombre de su sociedad, rompiendo así totalmente o en gran medida y funciones la estabilidad personal y social tan anhelada.

Aterradora resulta la posibilidad de un desarrollo del cerebro para la maldad. Todavía creo que el hombre inclinado a la bondad es mayoría. Queda entonces la estupidez, no de nacencia sino forzada y conectada a una pobreza amatoria, de sensibilidad, de enfoque, rayana en la miseria.

La explotación del hombre por el hombre y a la naturaleza han sido prácticas milenarias. Con ellas ¿qué hemos conseguido?, la depauperación magna de lo humano y de los bienes naturales. Tenemos más ciencia, más tecnología, más explotación, opresión y nihilismo generalizado.

La riqueza es una, quien se apropia de ella en mayor cuantía de lo que comunalmente le corresponde está privando a los demás. Tan injusta conducta se justifica por el “triunfo, la riqueza acumulada, el poder, el estatus” empobrecedora finalmente ya que desampara, descuida y frustra a la mayor parte del conglomerado social y peor aún lo vicia. Se anuncia tan reluciente y deseable que ha sentado escuela, escalando piramidalmente el mal obrar.

¿Por qué un pueblo, sufrido siendo el blanco de tal desaguisado no manifiesta airadamente su disgusto? Quizá porque la opresión conlleva la imposibilidad de zafarse no sólo de la pobreza material sino de incapacidad de réplica.

Es incomprensible que un México con tantas riquezas y potencialidades las haya ido entregando a extranjeros, perniciosos los más; que el sistema educacional enseñe temitas para memorizar, nunca contextualizados, nunca analizados … Secuelas: la generalizada ineptitud mexica para pensar y resolver con claridad y acierto los problemas que la aquejan. Las administraciones públicas, en su mayoría, más yerran que equilibran y son corruptas. Las universidades no se ocupan de los problemas patrios, no son estandartes de sus comunidades, la mayor parte del estudiantado no estudia o lo hace sin la apoyatura de una base que le permita descifrar lo que los libros o sus maestros dicen. Acaban siendo acríticos y repetidores incansables de slogans. Los medios masivos de comunicación, en manos del poder público y privado, en lugar de fungir como difusores del saber, están plagados de mensajes mediocres y de mal gusto. El machismo, revancha masculina contra la mujer, por la inseguridad e indefensión de ambos, pone su granito de arena en el páramo de nuestro entorno.

¿Cómo es posible que nuestra Comunidad Lagunera no exija un manejo adecuado del agua, cuantos estamos sufriendo su mayor escasez y peor calidad? Dicen, no lo puedo creer, que hay mucha gente a quien le gusta la mala vida. ¿Nos estamos volviendo sado-masoquistas?, ¿qué bien es más importante que una vida sana, interior y comunitaria?

Dirán mis pocos lectores que sólo me atraen y escribo cosas horribles, pero no puedo dejar de ver, con mucha tristeza y frustración el empeoramiento de la calidad de vida nacional, ética y material. Mis señalamientos no van para contagiarles pesadumbre, sino para poner en el tapete que si lo que vivimos no nos cuadra, debemos luchar por situaciones mejores y además exigirles a las autoridades responsables de tan gran desorden. Nada se conseguirá sin la presencia ciudadana masiva, clara, consistente y permanente, sin una actuación tan activa y decidida como las necesidades determinan.

Por atender, obligadamente, el ganarse el pan de cada día, olvidamos el conjunto de hechos que exigen cada vez más trabajo por menos entradas; luego, no hay que perder de vista las disfunciones del sistema completo, las que determinan –nos cuadre o no– nuestros éxitos buenos o malos.

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