El cuerpo del migrante Tomás Sánchez Ozuna, que falleció presuntamente por insuficiencia respiratoria debido a la sobreexposición de gas tóxico que le rociaron agentes de Migración estadounidense, es velado en medio de un clamor generalizado de justicia. (El Universal)
Desde que el cadáver del migrante Tomás Sánchez Osuna regresó a su hogar, en Cuautla, Morelos, el clamor generalizado de sus familiares y amigos es castigar a los policías de Migración de Estados Unidos, a quienes responsabilizan de su muerte.
Tomás murió por insuficiencia respiratoria, debido al exceso de gas lacrimógeno que los policías de San Clemente, California, le rociaron en el rostro cuando fue detenido en una redada.
Sus hermanos Verónica y Daniel no están conformes con ese dictamen y demandan al Gobierno mexicano que exija a las autoridades estadounidenses esclarecer el asesinato. “Tomás estaba sano y los testigos dicen que fue golpeado brutalmente además de que le echaron mucho gas en la cara y eso provocó su muerte”.
El director estatal de Atención al Migrante, José Maldonado Huete, secunda la denuncia y afirma que Tomás fue detenido frente a un restaurante, donde los policías los rociaron de gas lacrimógeno para someterlo, “y en el trayecto del restaurante a las oficinas de migración lo mataron, falleció por abuso de autoridad por parte de la Policía migratoria”.
El homicidio ocurrió el 8 de julio pasado, pero la familia del migrante fue avisada del deceso hasta el 10 de julio y su cuerpo fue trasladado a Morelos apenas el martes pasado, casi un mes después de su fallecimiento.
Cuautla, situada a 70 kilómetros de la capital del país, suma dos connacionales asesinados por policías de Estados Unidos: en enero de 2007 el cuautlense, Francisco Javier Domínguez, fue acribillado por un agente de la Patrulla Fronteriza en Arizona.
A Tomás Sánchez lo alcanzó la muerte a unos días de regresar a Cuautla, su ciudad de residencia. 24 horas antes de su detención y asesinato, comunicó a su madre que volvería con ella porque ya no había trabajo en Estados Unidos.
“Si me llegan a detener me voy a dejar, porque ya me quiero ir y ya no encuentro trabajo”, dijo a su madre, según relatan sus hermanos Verónica y Daniel.
La mañana del 8 de julio, Tomás y dos amigos salieron a buscar trabajo, pero en la calle fueron interceptados por la Policía de Migración que realizaba una redada. Quienes acompañaban a Tomás corrieron, pero él esperó a los policías y, según testigos no opuso resistencia al momento de su detención; empero, los policías norteamericanos le rociaron demasiado gas lacrimógeno en la cara, que le provocaron la muerte.
Sus hermanos dicen que a Tomás lo detuvieron alrededor de las 8:15 horas, y de acuerdo con testigos presenciales, a las 8:20 fue considerado muerto por asfixia.