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Adriana en Mallorca

Hora cero

Roberto Orozco Melo

Adriana Cerecero vive en Isla de Mallorca, en España. Es pintora, hija de pintor, y ahora destaca internacionalmente como un nuevo valor de la plástica mexicana e incansable perquisidora de flamantes y sorprendentes formas de expresión. Hace poco conversamos cordialmente en una librería de Saltillo.

Adriana es hija de Eloy Cerecero Sandoval, a quien conocí en 1953 cuando ambos servíamos en la Secretaría Particular del gobernador Román Cepeda Flores. Entre él y yo fraguamos un pacto de compañerismo: sufríamos parecidas inquietudes intelectuales. Él despuntaba como el excelente artista plástico que ahora es y yo solía escribir cartas, versos, cuentos y entrevistas periodísticas más, cinco veces por semana, una columna de vario pinto contenido en el Heraldo del Norte. El trato consuetudinario nos amistó y más tarde nos encompadramos: cuando nació Adriana, segunda hija de Eloy y Yolanda Cerecero, fuimos invitados para llevarla a la pila bautismal.

De nuestra ahijada nos enorgullece su vocación artística, su talento y sencillez; puedo afirmar que ella y sus hermanos Alejandro y Rafael crecieron entre caballetes, pinturas y telas en el estudio taller de su padre donde aprendieron a caminar y a dibujar a un tiempo, justamente fascinados por la facilidad con que su padre mezclaba colores en su paleta en busca del valor cromático apropiado a la obra que trabajaba. Y si lo veían pintar retratos en óleo de seguro admirarían el firme trazo o el cuidadoso delineado que da fuerza y expresión al personaje, o personajes del lienzo en proceso.

Obviamente los pequeños interrogarían a su padre: para qué eran ciertos pinceles; a qué la lenta contemplación de lo apenas esbozado en el lienzo, cuáles y cuántas figuras surgirían de las líneas y círculos que Eloy habría dibujado previamente y cómo podía combinar pigmentos para hacer que la luz y el color fulguraran sobre la superficie terrestre bosquejada en la obra; o qué magia rescataba el esplendor crepuscular del desierto, un fulmíneo subrayado en el azul metálico del firmamento que matizaban los rasgos de unas nubes.

¿Cómo lograr que la anatomía humana se expresara según el mensaje que buscaba transmitir el pintor? ¿Qué arte especial hizo destacar la piel, las venas y los huesos en los rostros duros y los cuerpos flácidos de aquellos campesinos del desierto para que parecieran reales y tanto que sus ojos perseguían desde la tela a los observadores de la obra... y quizá hablaban, como exigió el febricitante Miguel Ángel Buonarroti a la escultura en mármol del profeta Moisés que está en la Capilla Sixtina del Vaticano.

Pero centrémonos en Adriana, justamente reconocida por la crítica europea por su trabajo de expresión plástica contemporánea y también, cómo no, por la tenacidad y afán de perfección con que lo ejerce. Ella lo explicaría así a Mayté Amorós en una entrevista periodística: “Al llegar Mallorca utilizaba la figura, no humana, no como copia, sino como esencia de la imagen. Mis sillas o mis puertas tenían un sentido muy metafórico. Entonces me percaté de que había que hablar (en mi obra) con un lenguaje más universal lo que me trasladó a la abstracción y a la búsqueda de materiales, texturas y símbolos que ayudaran a expresarme.

En los cinco años de su residencia en Mallorca, Adriana ha presentado su obra plástica en España, en varios países de la Unión Europea y últimamente en la exótica Korea International Art Fair, apoyada por su galería Centre d’Art La Real de Mallorca Los conocedores coreanos no regatearon elogio y aplauso a la atractiva presentación del trabajo de Adriana. No podría ser de otra manera, pues sabemos el tesonero empeño de esta talentosa saltillense que, acompañada de su hija, palpita en una constante búsqueda de creación y renovación de la expresión estética. El collage no desaira mezclas, más bien las exige. Los materiales son inusitados y el manejo de las formas geométricas deviene seductor. Después de todo, todo se acredita por la genética y la experiencia de Adriana en el diseño digital, más su profunda vocación para el arte eterno y la contemporaneidad en el mensaje.

Termino con palabras ajenas: las de Xiscó Barceló puestas en el texto de presentación del catálogo de la Exposición de Adriana Cerecero en la Galería Secar de la Real, Palma d Mallorca:

“Allá en su Santuario de Santa Ponsa, laboratorio de fórmulas socio-artísticas se describe una ciencia que estimula materiales y los engendra. Maderas, hierros, telas, papel, todo lo que se encuentra en la calle, incluso aquel espejismo en que Dios te presta sus pinceles se funden en la inesperada necesidad de atravesar la tierra, como una vena de agua, como el vuelo del águila que se dirige a hacia sí misma”...

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