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Agresiones al lenguaje

Diálogo

Yamil Darwich

Uno de los peligros de la “Globalización” es la posibilidad de destruir lenguajes; en nuestro caso el Español, uno de los más hermosos, florido, antiguo y romántico.

Aprender otro idioma, el inglés preferentemente, ha dejado de ser conveniente para hacerse imprescindible entre los profesionales que viven este mundo globalizado. Dominar otro más, por ejemplo el mandarín, aún mejor.

Sin embargo, el abuso se va haciendo natural, particularmente entre las nuevas generaciones, a las que aún no hemos concientizado que: lenguaje, religión y tradición son pilares fundamentales en cualquier sociedad y su destrucción es el mejor medio para la colonización intelectual y el rompimiento de usos y costumbres de una sociedad en particular, hechos que nos acontecen y que debemos evidenciar. Cuando los perdemos decaen principios, valores, identidad, nacionalismo y finalmente otros como el orgullo y sentido de pertenencia con baja autoestima. Seguramente usted ya empieza a sacar conclusiones.

Las agresiones que sufre nuestro lenguaje son múltiples y llegan de diversos frentes; los ciudadanos exigen defensa de identidad de género, maltratando el idioma, con errores promovidos por políticos que introdujeron estribillos como: “ellos y ellas;” “los y las”, etc., que rompen la regla del uso del masculino para la escritura o mención oral de ambos sexos en una misma idea; así, lo dañan sin darse cuenta.

Luego vienen los extranjerismos, palabras que deformadas y con pésima pronunciación nos imponen para hacer descripciones que, en nuestro idioma, son más sonoros y melódicos: “okey” ha suplido al “muy bien”; o “good bay”, desplazando al “adiós” muy latino y reverente. Otros como “yes” por “sí” o “see you later” por “te veo después” son buenos ejemplos del maltrato.

Incursionar en el mundo de la computación nos hizo aprender muchos términos que nos guían en el manejo del ordenador, término correcto ante la palabra computadora, otra deformación anglosajona-; así sabremos de “save”, es guardar lo escrito o “click”, es picar o pulsar.

El atentado lleva a las abreviaturas y neologismos que suplen a palabras: una “k” representa “que”, igual una “q” con apóstrofo; luego vienen símbolos matemáticos “+ o -”, por más o menos. Incluya las caritas cursis con expresiones diversas que suplen a frases como “estoy triste” o “hasta luego”; un corazoncito roto o sangrante es un “te quiero” supliendo al castellano poético y exacto al decir “te amo”, logrando que algunos profesores, como Don Luis Azpe, se rasguen las vestiduras al leer el “I” –yo-, un corazoncito roto –amo– “you” –a ti-. Ésa ni es expresión correcta en lengua inglesa.

Los grupos minoritarios también aportan; así, las lesbianas son “lesbis” y los homosexuales “gay”, “joto”, palabra considerada grosera por denigrante y discriminatoria, en memoria de la “crujía jota”. Reconozco que en la adolescencia, los más viejos, escribíamos en las espaldas del amigo o en sus cuadernos el número 41, en recuerdo a los cuarenta y un detenidos, acusados por homosexualidad y exhibicionismo, a principios del siglo anterior.

Los inválidos ya no aceptan ser discapacitados, que más o menos significa lo mismo; ahora son “personas con capacidades diferentes” o de “realidades distintas”; la primera vez que escuchamos esa expresión, en broma, mi amigo Carlos Güereca preguntó: “¿acaso ellos pueden volar?”.

Los motociclistas son “choppers” y los hombres y mujeres “de mundo” “players”. Ojalá que con el tiempo, a los seres humanos de respeto, no les cambien el don agregando una “K” y termine fonéticamente en “don-ky”.

Los comerciantes aprendieron que para vender sus productos deben buscar nombres y títulos que sugieran su mundanidad e internacionalización agregando a sus rótulos comerciales apóstrofos para “ser los mejores entre los demás” y pasar de Martín a Martin’s; de Aldo a Aldo’s, o francamente emigran al lenguaje inglés. Haga memoria y verá lo fácil que es encontrar otros ejemplos, incluido el maravilloso humor de barrio que transformó a la tiendita de la esquina en “Eichivi”.

Los industriales ponen en sus productos “Made in Mexico” -sin acento-, aunque el embarque esté destinado al Distrito Federal y en el caso de ropa de vestir, medidas en pulgadas, no en nuestro sistema métrico decimal.

El educador italiano, Umberto Eco dice: “hemos llegado a olvidar que la escuela no ha de enseñar a los estudiantes tan sólo lo que quieren, sino también algunas veces justamente lo que no quieren, o que no saben que pueden querer”. Y todos nosotros somos educadores, ¿o no?

Lo invito a reflexionar sobre lo enseñado a niños, adolescentes y universitarios en nuestras casas y escuelas, a quienes llegamos a confundir gravemente sobre la diferencia importante entre aprender inglés u otro idioma y permitir destruyan nuestro castellano.

Le propongo hagamos una “cruzada de lenguaje”, motivando a familiares y amigos a descubrir lo aún oculto para muchos de nosotros en la hermosa lengua de Cervantes; tal vez una palabra diaria baste. ¿Acepta?

ydarwich@ual.mx

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