Al arribar al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, el director técnico de la selección de futbol jamaicana, René Simoes, sentenció: “Cuidado con Jamaica”.
En un principio muchos nos fuimos con la finta pensando que a lo que se refería el estratega de origen brasileño era al alto nivel futbolístico de sus pupilos, habida cuenta de que él mismo los llevó a una Copa del Mundo.
Pero, ¡oh desilusión!, el mentor del cuadro caribeño más bien prevenía a los jugadores mexicanos contra lo que iban a enfrentar; una caterva de maleantes vestidos de futbolistas que hacen todo, menos practicar el balompié.
Porque, mire usted, en el área de Concacaf hay equipos malos hasta la lágrima, pero un cuadro tan lamentablemente rupestre, inocente con la pelota, ingenuo para marcar y recorrer líneas, y para colmo, con escaso fondo físico, sólo este que se metió el sábado al Coloso de Santa Úrsula.
Lo único a destacar de los isleños fue su absoluta mala leche a la hora de entrar al rival. Ni siquiera puedo decir que al disputar la pelota, ya que muchas de las faltas adquirieron el carácter de arteras precisamente por cometerse sin el balón de por medio, y para ello contaron con la premeditación de su entrenador y con la complacencia del árbitro.
Con un adversario tan a modo, justo es reconocer que los integrantes del Tricolor se entregaron, fueron inteligentes y prácticos y torearon a un rival cuya peligrosidad ha quedado señalada.
Ya aparecieron voces triunfalistas que pregonan la capacidad del técnico nacional. Yo creo que la mesura es una buena medicina, toda vez que el nivel de los rivales puede calificarse de ínfimo.
Lo que sí hay que ponderar es la congruencia en las alineaciones y que no se han cometido locuras a la hora de convocar jugadores. México tiene una buena generación jugando en Europa y ellos deben ser la base del llamado “equipo de todos”.
Sin embargo, lo mejor de todo en el encuentro eliminatorio no tuvo nada que ver con lo futbolístico, sino con el entradón que el público realizó para ver al combinado nacional.
Independientemente del atuendo, albo en la totalidad de la concurrencia, el ánimo festivo, respeto y apoyo irrestricto a su equipo hicieron enchinar la piel al entonar el “Cielito Lindo”.
Para la anécdota queda el toque de joroba de Cuauhtémoc Blanco; para el análisis la torpe actitud de Rafael Márquez tirando una plancha que debió costarle la expulsión; para la preocupación la lesión de Pavel Pardo, al trabar de lado con un rival; para el análisis la falta de gol de los delanteros y para la galería el golazo de Johnny Magallón.
El arbitraje de Baldomero Toledo fue un monumento a la falta de capacidad y al nulo compromiso reglamentario.
Ahí quedó el mensaje de René Simoes, quien al pedir atención con su equipo, integrado por gladiadores, ofreció una buena jarra de agua de jamaica. ¡Salud!
