Hoy que La Laguna vive la peor sequía de las últimas décadas, se refuerza la idea de que es necesario invertir en infraestructura para garantizar el abasto de agua en la región, como lo han reclamado desde hace mucho tiempo diversas voces ciudadanas.
En este escenario es importante que las autoridades municipales y estatales, tanto de Coahuila y Durango, escuchen la voz de los ciudadanos, pero sobre todo busquen solucionar el problema. Un buen porcentaje de los recursos federales que llegarán dentro del programa de la Zona Metropolitana debe destinarse a programas para el abasto de agua.
De acuerdo a una encuesta publica ayer por El Siglo de Torreón, el 42 por ciento de los entrevistados opina que la prioridad dentro de la Zona Metropolitana debe ser el agua, en segundo plano se encuentran las vialidades. También en los foros ciudadanos organizados por las autoridades municipales se señaló como una prioridad el destinar recursos a proyectos hídricos.
La Laguna sólo ha recibido 0.4 milímetros de lluvia en los últimos siete meses, la cifra es casi diez veces menor que el récord anterior, que fue en 1991 según datos del Observatorio Meteorológico de la Comisión Nacional del Agua. A la sequía debemos sumarle las altas temperaturas que se han registrado en abril, alcanzando los 42 grados centígrados durante varios días.
La semana pasada se registraron manifestaciones en diversas colonias de Torreón de gente que protestaba por la falta de agua en sus casas. Es cierto, las vialidades son importantes para detonar el desarrollo, pero es mucho más importante tener agua porque en caso contrario no hay vida.
Tanto el gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, como el ejecutivo de Durango. Ismael Hernández Deras, han declarado que los recursos de la Zona Metro serán destinados a solucionar los problemas de la falta de agua, los mandatarios están comprometidos a cumplir su palabra y los ciudadanos deben vigilar el uso que se da a los recursos federales. Las actuales autoridades tienen una oportunidad histórica, de ellos depende el no derrochar los recursos en obras de relumbrón, que no solucionan problemas de fondo como sí lo es el abasto de agua.