Es desolador el panorama que se presenta para este año de 2008. El pueblo pobre será nuevamente el más castigado, tanto por la recesión general como por las cuotas que debe pagar en dinero o finalmente en trabajo cada vez peor remunerado o imposible de conseguir.
La famosa y lejana competitividad pretende conseguirse mediante los bajos salarios, jamás castigando o poniendo coto a las increíbles ganancias o fraudes impunes cuyos montos dejan perpleja a la más exaltada imaginación.
Muy poco se ha logrado con excelentes Constituciones Generales en donde los derechos de libertad, seguridad y autodeterminación se garantizan tanto al individuo como a la sociedad; y en donde se remarca una educación para el pensamiento científico, crítico e inventivo, pero además para el respeto y la buena convivencia social.
La “no-intervención” con respecto a las decisiones políticas de otros Estados dentro de sus circunscripciones territoriales, dio siempre a México un lugar preferencial dentro de la comunidad mundial.
Sin embargo, México ha sido víctima de intervenciones sin cuenta de parte de otros Estados más poderosos desde sus comienzos como organización política –económica–social– mediante la cruz, la espada y los gérmenes, las poblaciones nativas fueron arrasadas o esclavizadas física y psicológicamente. Debe haber aún, muchísimas personas temerosas de sufrir a su muerte el infierno por los siglos de los siglos por desobedecer los mandatos eclesiales; aquí, ya sufre los castigos carcelarios o el terror impuesto por el poder civil a causa de desobediencia, protesta o renuencia a plegarse a mandatos injustos, agobiantes, a veces imposibles de ser cumplidos.
Y no es que se esté en contra del orden, la justicia y la paz; lo que ocurre es que ninguno de los tres es para todos, y que por supuesto se entienden desde la lectura de quien detenta el poder, cualquiera que esté vigente.
El poder corrompe y ensoberbece, por ello tiene que estar equilibrado por otras fuerzas, las que representan el interés general.
En este momento, la globalización lo ha sido del capital, no así de las riquezas culturales, sociales y naturales que propician el desarrollo de la especie humana. La exageración de la acumulación del capital dinero ha generado un poder que señorea Estados enteros; sus políticas económicas, educacionales, de servicios, etc. Solamente el traslado en segundos de miles de millones de un lugar a otro, puede ocasionar la quiebra general. La seducción de la ganancia pone en riesgo las económicas propias y las periféricas. Se juega a la ruleta rusa sin mirar, siquiera por descuido, el bienestar humano, el equilibrio del sistema planetario.
El hombre, que se considera “Sapiens–sapiens”, ha acumulado históricamente ciertos conocimientos no presentes en otras especies; pero tener algo de conocimiento no implica utilizarlo sabiamente.
Insisto, conciudadano, con su venia: somos cósmicos, pero no el Cosmos. Lo y quienes nos rodean son igualmente cósmicos y valiosos: ¿Qué haríamos sin bienes naturales?, ¿qué sin los otros hombres? Es claro que moriríamos. Podríase pensar que habiendo 6,500 millones de personas en el mundo, nos podemos dar el lujo de desperdiciar o sacrificar las necesarias para vivir en el disfrute de la riqueza por sólo unos pocos. Pero ¿cuáles y cuántos serían o son esos pocos? Mueren más personas por hambre anualmente que en las grandes guerras. Los conflictos armados pequeños y grandes son propiciados por los intereses de las camarillas en el poder, internas o externas. Éstas tienden a obtener territorios, ganancias, explotaciones o de perdida, vender armas a los bandos conflictuados. ¿En cuál otra especie se encuentran tales aberraciones?
Uno de los vicios que justifican el poder es el sojuzgamiento ajeno. ¿Cómo se logra?, mediante las armas. Armas capaces de aniquilar o de dislocar de miedo a quien no las tiene; sean químicas, biológicas, atómicas, ideológicas, etc.; pero una, apenas observable por las mayorías es la acumulación de capital y su manejo a discreción. Sólo que el peligro de tales usos y consecuencias es reversible en distintos puntos de su aplicación. Si no hemos tenido aun, una guerra atómica o de cualquiera de las otras armas mencionadas es porque no solamente un imperio puede desatarla. La catástrofe podría ser mundial, ello no quita que la implantación de dosis discretas a enemigos muy puntales no se haya llevado a cabo o pueda llevarse; sobre todo si éstos no están en posición de corresponder con la misma moneda.
Guárdese pues el hombre de extraviarse exagerando lo superfluo, lo dañino, lo letal. Guárdese también de no apuntalar lo contrario.