EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Alarma

Federico Reyes Heroles

A la memoria de Gilberto Rincón

Gallardo hombre de compromisos,

de principios, quien siempre supo que la educación y la gallardía facilitan la buena política

Se dice fácil, es un momento crítico. Lo hemos escuchado mil veces y quizá por ello lo asimilamos como lo que con frecuencia es: verborrea. Pero ahora asumo el riesgo, creo que de verdad vivimos un momento crítico. No lo digo yo, lo dicen las cifras. Ya está ocurriendo lo que tantas veces se predijo; la desesperación ciudadana ha salido a cortar cabezas. El más reciente informe de Reforma (27 del VIII) sobre la percepción ciudadana es muy grave.

Primero, cae la confianza institucional.- Estamos ante el típico check up semestral de las instituciones. Es normal que algunas suban y otras bajen. Siempre habrá sucesos que dañen o beneficien, alguna campaña publicitaria que acierta en su objetivo. Pero lo que resulta alarmante es que todas pierdan en sus niveles de aprobación: Ejército y Fuerzas Armadas, 63 por ciento, menos 7 puntos; IFE, 43 por ciento menos 12 puntos; SCJN, 40 por ciento, menos 9; Cámara de Senadores, 24 por ciento, menos 12; Cámara de Diputados, 24 por ciento, menos 10 puntos; partidos políticos, 22 por ciento, menos 5 puntos. Salvo el Ejército el resto está reprobado. Pagan justos por pecadores, es claro que la SCJN ha tenido en los últimos tiempos un excelente desempeño, basta ver el manejo abierto, profesional y hasta con dosis de humor involuntario del asunto de la interrupción del embarazo, para preguntarse por qué de la condena. Es tal la desesperación que la opinión pública ya no está discerniendo. Es como la canasta de fruta, una pieza podrida puede echar a perder el resto. En la canasta mexicana ya hay varios frutos podridos.

Por supuesto el titular del Ejecutivo no sale indemne de la caída. El nivel de desaprobación creció 7 por ciento en un año. Los mexicanos que no le creen aumentaron en el mismo periodo 10 por ciento llegando a superar la barrera sicológica del 50 por ciento. Carestía e inseguridad golpean a Calderón. Pero si el corte de caja es preocupante más lo es la proyección. Uno de cada cinco mexicanos tiene confianza en los partidos políticos, en un año podría ser uno de cada siete. El IFE, debido al manoseo partidario de los consejeros, enfrenta hoy a una mayoría de ciudadanos desconfiados. El Legislativo Federal, a pesar del costosísimo bombardeo de spots, goza de la desconfianza de tres de cada cuatro mexicanos. Ojalá y cuenten con los dedos la reserva que les queda. ¿Qué tanto más puede caer?

Segundo, ambiente político enrarecido.- Un 51 por ciento de los mexicanos afirma que no se siente libre para expresar sus opiniones. Dos de cada tres no se sienten capaces de exigir cuentas a los funcionarios públicos. ¿Para qué sirvió el acceso a la información, tanto federal como local, si la desconfianza sembrada y ganada a pulso, porque hay de los dos, amedrenta al ciudadano? Sólo uno de cada cuatro se siente representado por su diputado y con capacidad de influir en lo que hace el Gobierno. La irresponsabilidad de la actual generación de gobernantes está enterrando el optimismo ciudadano que provocaron los procesos electorales y el federal en los que se dio la alternancia. Si la oposición radical de los seguidores de AMLO piensa que esto es un triunfo para ellos, si de verdad creen que están más cerca de “tirar” a Calderón, más vale que revisen el desplome de su líder y de su partido. Medrar en contra de la confianza en las instituciones no necesariamente reditúa a quien lo hace. La lista de perdedores la encabezan AMLO y el PRD. Síganle.

Tercero, democracia herida.- Pero hay algo todavía más grave. Hubo varias advertencias en América Latina y no actuaron en consecuencia. Si las instituciones no dan resultados, si los servidores públicos juguetean con sus responsabilidades, si se anteponen los proyectos personales a los intereses comunes, si todo ello ocurre sin castigo, el ciudadano simplemente dispara contra lo que cree es el origen de todo el desorden que lo rodea, lo nuevo: se llama democracia. En marzo de 2007 el 50 por ciento de los mexicanos estaba satisfecho con nuestra democracia; hoy 54 por ciento está inconforme. La insatisfacción creció 14 puntos porcentuales. El IFE, la institución que apuntaló la democratización del país, perdió, en el mismo año y medio, 12 por ciento de confiabilidad. De seguir con las mismas tendencias llegaríamos a las elecciones de 2009 con una decepción e insatisfacción con la democracia por arriba del 60 por ciento y una desconfianza en la institución encargada del proceso muy similar. Si a ello agregamos el hecho de que el mandato del IFE, derivado de la más reciente reforma electoral - monitoreo de las campañas en 300 distritos- es prácticamente inaplicable, no es difícil concluir que entraremos a una zona de turbulencia.

Quedan algunas oportunidades. La miopía de la reforma electoral todavía puede ser corregida, por lo menos en parte. El periodo ordinario de sesiones ha comenzado. Se podrían revisar en la Ley secundaria los absurdos mandatos que hoy recaen sobre el IFE de monitoreo y de censor frente a las campañas negativas. La otra oportunidad de oro se las brindaron las marchas del sábado. A pesar del altísimo registro de violencia que delatan los ciudadanos, a pesar de la monstruosa impunidad (99.3 por ciento de delitos sin consecuencias) a pesar de los pleitos de vecindario entre las autoridades con distintas camisetas partidarias, a pesar de todo una gran mayoría que podría rondar en los 80 por ciento en las ciudades encuestadas por Reforma (1 del IX) tienen esperanzas de que las marchas ayuden a mejorar la seguridad.

Lean el mensaje: las instituciones y la democracia se tambalean. Reaccionen, nadie gana, sólo hay perdedores. Se llama México y vale la pena.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 376119

elsiglo.mx