Parafraseando a Shakespeare en “Hamlet”, podría decirse que “algo está podrido en el estado de Alaska”.
Y es que esa gélida región, que no suele figurar mucho que digamos en las noticias internacionales, a últimas fechas se ha vuelto foco de atención de los medios... por los no muy éticos comportamientos de sus funcionarios gubernamentales.
En cuanto Sarah Palin fue (inexplicablemente) escogida por John McCain como su candidata a la Vicepresidencia, el estado del que es gobernadora fue cepillado y rastreado por los chicos de la prensa, en busca de algún esqueleto en el clóset, alguna basurilla hace tiempo barrida debajo de la alfombra.
Así salieron a la luz sus videos de los tiempos en que anduvo en concursos de belleza; su infame fotografía con un alce cazado por ella; y algunos comportamientos que apuntan a un ejercicio abusivo del poder siendo ya gobernadora. Por ejemplo, un panel encontró que Palin ejerció presiones para que un jefe policiaco despidiera a su excuñado, quien era agente de la Ley. Como el jefazo no hizo caso, éste fue quien resultó corrido por la gobernadora. Ella alega que el despido fue justificado, y no tuvo nada que ver con el asunto de su excuñado. Una resolución definitiva está pendiente.
Hallándose así las cosas, de aquella remota región llegan nuevas noticias no muy agradables. En este caso se trata de la sentencia condenatoria, por siete casos de corrupción, en contra del senador republicano Ted Stevens.
Este señor es el cacique político de Alaska. Ha sido senador durante cuarenta años, o más del 80% de su historia como estado de la Unión Americana. Ya se imaginarán el poder, las conexiones y las influencias que se acumulan a lo largo de cuatro décadas en la Cámara de Senadores.
Resulta que, según un jurado popular, Stevens recibió numerosos donativos de distintos personeros del sector petrolero, el más poderoso del estado. Esos donativos incluyeron una renovación de su casa por más de 250,000 dólares, que no declaró en el informe que cada año debe de presentar. Lo mismo ocurrió con un sillón para masajes, que Stevens alega no es un regalo sino un préstamo… aunque ya lleva siete años con él. Cualquiera quiere tener amigos tan comprensivos.
Para colmo, en medio del escándalo y a sus 84 años de edad, Stevens sigue buscando su reelección para un nuevo período. Afirma que apelará la sentencia, y el próximo martes se verá cómo lo quieren los ciudadanos de Alaska.
Eso está por verse. Quizá sus colegas no tengan que desaforarlo… porque dejará de ser senador en unos meses. Hagan sus apuestas.