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Alianza educativa reeditada

Plaza pública

Miguel Ángel Granados Chapa

Apenas una breve esquela de un miembro de su familia recordó anteayer la muerte de Jaime Torres Bodet, dos veces secretario de Educación Pública. Cuando decidió privarse de la vida, el 13 de mayo de 1974, hacía treinta años que, como flamantísimo titular del Ministerio fundado por José Vasconcelos le tocó atestiguar el nacimiento del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Al hablar al magisterio el día mismo de su designación, en que también se inauguraba el congreso unificador de los maestros, Torres Bodet expresó anhelos que no fueron escuchados:

“Para que la obra del magisterio redunde en el beneficio que de ella esperamos, hay que apartarla, no de las altas aspiraciones de la política –lo que establecería un contraste absurdo entre el maestro y el ciudadano— sino de esas apetencias mezquinas, de núcleos o de personas, en las que tantos caudales humanos se han agotado… Los derechos que habéis logrado son garantías que ninguna autoridad comprensiva intentará desarticular jamás. Lo que importa es que esas garantías no se conviertan ni en un escudo para la inercia, ni en una protección para el ocio ni en trampolines de asalto para eventuales demoledores”.

La primera relación laboral entre la SEP y el SNTE se encarnó en Torres Bodet y Luis Chávez Orozco, un historiador que había sido subsecretario de Educación: “no me inquietaba mucho un marxista probo en el cargo al que lo llevaron sus partidarios. Me hubiera inquietado más un hipócrita disfrazado de liberal, o un demagogo con argucias de viejo líder”, escribió el secretario. Hoy ocupan esas posiciones dos mujeres, Josefina Vázquez Mota y Elba Esther Gordillo. De la primera se recuerda, para hablar de sus insuficiencias de modo benévolo, que “carece de experiencia en el sector educativo”. De la segunda se subraya el enorme poder político que reúne y que continúa en vías de expansión, al contrario de lo que los buenos deseos de sus adversarios pretenden.

Ambas suscribirán hoy la Alianza por la Calidad de la Educación y el Fortalecimiento de la Escuela Pública. Firmará como testigo de honor el presidente Felipe Calderón. En realidad ese acto, central en el festejo del Día del Maestro –una vez anunciado el incremento salarial, que solía ser la pieza principal de la fiesta del magisterio— confirmará el pacto político entre Calderón y Gordillo, evidente desde que el panista pugnaba por la candidatura presidencial de su partido y que llegó a un punto crucial en el proceso de 2006.

Éste es el tercer documento de concertación política entre el SNTE y el Gobierno Federal suscrito por Gordillo. El primero fue el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica, en mayo de 1992. Ella firmó entonces como subordinada política del presidente Carlos Salinas (que la había aupado tres años antes al liderazgo magisterial). Pero ya no ocurrió así en 2002 con el segundo de esos pactos, el Compromiso Social por la Calidad de la Educación, en que Gordillo actuó ya como una igual del presidente Fox, que en la ceremonia correspondiente la antepuso al secretario general del Sindicato (entonces la primer autoridad del mismo, antes de la reforma que creó la presidencia que es patrimonio personal de la lideresa) y al secretario de Educación.

Es seguro que el contenido de la Alianza que se firma hoy refleje más las posiciones sindicales que las de la autoridad educativa. El año pasado, la dirección del SNTE dio a conocer su propuesta titulada Un Nuevo Modelo Educativo, que fue el documento eje del IV Congreso Nacional Educativo y del II Encuentro Nacional de Padres de Familia y Maestros. El mismo documento alimentó el Programa Sectorial de Educación. Aurora Loyo, experta investigadora en educación y en sindicalismo educativo contrastó así esos documentos “más retórico el planteamiento sindical, más técnico el de las autoridades educativas, ambos arropados por un discurso en el que evaluación y calidad se repiten hasta la saciedad” (Enfoque, 11 de mayo).

Si se juzga por los resultados, la obsesión por introducir la palabra calidad en los documentos del sindicato se refleja en proporción inversa a su aportación a conseguir una educación de esa clase. Es verdad que el magisterio es sólo uno de los componentes del proceso educativo, de su institucionalidad, y por ello no se le pueden achacar sólo a él y a su sindicato los vicios y lastres que se evidencian siempre que se evalúa la educación. Pero también es verdad que el pago de facturas políticas, el compromiso de Calderón con Gordillo significan un ingrediente ajeno al servicio educativo mismo, que no favorece su mejoría. Al contrario, la traducción de esos favores en la estructura de la SEP permite que desde allí se gestione también el interés del sindicato y su lideresa. No en vano buscó Gordillo que su yerno Fernando González sea el subsecretario de Educación Básica: en su oficina se ha redactado la propuesta gubernamental para la Alianza que hoy ofrecerá lo que hace seis años prometió el Compromiso fraguado entre Fox y la lideresa sin que sus postulados se cumplieran siquiera mínimamente.

También en torno del Día del Maestro se reúnen los grupos desafectos a la dirección sindical. La más numerosa de esas corrientes, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación se ha vuelto rutinaria y su radicalismo cae a menudo en la ineficacia, como ocurre al no reconocer en otros opositores la pulcritud política que a su juicio es condición para combatir a Gordillo.

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