“Este no es sólo un asunto humanitario: es también un tema de seguridad nacional”.
George W. Bush
NUEVA YORK.- Parece una burla, pero no lo es. El presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, pidió el primero de mayo pasado 770 millones de dólares al Congreso para ayuda a los países más pobres que están enfrentando las consecuencias del alza en los precios de los alimentos en los últimos años. Este monto sería adicional a otros 200 millones de dólares en ayuda que se entregarían a través del Departamento de Agricultura dentro del llamado Fideicomiso Emerson.
Lo que el presidente Bush no está diciendo mientras pide esta ayuda es que una de las razones principales por las que los precios de los alimentos se han disparado en los últimos años es por el programa de subsidios a la producción de etanol.
Estos programas reciben un subsidio del Gobierno Federal de la Unión Americana de cuando menos siete mil millones de dólares al año (y digo “cuando menos” porque hay muchos subsidios que son difíciles de cuantificar). La consecuencia ha sido aumentar la producción de etanol de alrededor de 15 millones de toneladas en 2000 a 85 millones en 2007.
El etanol en los Estados Unidos se produce fundamentalmente de maíz amarillo. El enorme subsidio ha hecho que se desvíe alrededor de una cuarta parte de la producción de este grano al etanol, un combustible de mala calidad que actualmente se mezcla con la gasolina. Este uso ha reducido la cantidad de grano disponible para la alimentación humana y animal y ha disminuido también la extensión de tierra que puede dedicarse a producir alimento.
No hay forma de saber cuánto del aumento en los precios de los alimentos de los últimos años es producto de la política energética de los Estados Unidos. Pero no hay duda de que el incremento a nivel internacional coincide con la entrada en vigor del programa federal estadounidense de promoción a la producción de etanol. Otros factores, como el aumento de los precios del petróleo, las sequías que se han expandido por el mundo como consecuencia del calentamiento global y el aumento del consumo en Asia, también han incidido en el fenómeno. Pero el incremento en la producción de etanol parece ser el factor más importante en el impulso a los precios de los alimentos que tanto sufrimiento está generando en el mundo.
Los incrementos se han extendido a todo el mundo en buena medida por la importancia de los Estados Unidos como productor de granos. El índice general internacional de precios de materias primas de la revista The Economist registraba este pasado 29 de abril un aumento de 28.7 por ciento en los 12 meses concluidos en esa fecha. El índice para alimentos arrojaba un alza de 60.8 por ciento en el mismo periodo. Es tan fuerte este aumento que no sorprende que se hayan generado disturbios en distintos países pobres, en los cuales los grupos más necesitados de la población dedican a la compra de alimentos la mayor parte de su ingreso.
Algunos analistas han considerado la fuerte alza en los precios de los alimentos desde que el programa de energía de los Estados Unidos fue aprobado en 2005 por el presidente Bush como una muestra más de que el mercado es incapaz de regular los precios de productos importantes, como los alimentos. La verdad, sin embargo, es exactamente la contraria. El aumento de precios que estamos viendo es una demostración más de las consecuencias desastrosas que suele tener la intervención del Estado y de los burócratas en los mercados.
El presidente Bush no es un creyente en los mercados. Su programa energético de 2005 así lo demuestra. Pero la actual situación en el mercado de los alimentos subraya las consecuencias que puede tener una intervención gubernamental en los mercados.
Nunca un burócrata ha tenido mayor capacidad que el mercado para ordenar la oferta y la demanda. Eso lo deberíamos entender hoy más que nunca. Pero cuando menos algunos tienen la inteligencia o la humildad de reconocerlo. El que el presidente de los Estados Unidos esté pidiendo a los contribuyentes estadounidenses que aporten 770 millones de dólares para paliar el daño a los más pobres del mundo causado por su subsidio de 7 mil millones de dólares anuales a la producción de etanol se antoja como un acto de una ignorancia realmente extraordinaria o, peor aún, como un simple desplante de hipocresía que rebasa todos los precedentes.
Hasta el momento no he logrado saber cuál de las dos razones es la que ha llevado al presidente Bush a pedir dinero al Congreso para contrarrestar el daño que él mismo ha hecho. Lo que sí es obvio es que si realmente quisiera ayudar a los hambrientos del mundo podría simplemente cancelar el subsidio al etanol.
CINCO DE MAYO
¿Por qué festejan en Estados Unidos el 5 de mayo como si fuera la fiesta de la Independencia de México? Porque muchos de los mexicanos que desde hace años se asentaron en Nueva York eran poblanos y le daban a la conmemoración de la Batalla de Puebla una importancia especial. De Nueva York el festejo saltó al resto de la costa Este y de ahí a otras regiones de la Unión Americana. El propio presidente Bush, que como tejano debería tener mayor conocimiento sobre el tema, confundió la semana pasada el 5 de mayo con la fecha de la Independencia de México. Pero nosotros no podemos cuestionarlo: también los mexicanos nos confundimos al pensar que el 16 de septiembre de 1810, y no el 27 de septiembre de 1821, es la fecha de la consumación de nuestra Independencia.