“La señal de un buen político es su habilidad de guiar a los ciudadanos a escapar del populismo”.
Paul Collier.
En un 2008 muy complejo en lo económico, quizá la peor tragedia la ha producido el alza en los precios de los alimentos. Quienes han perdido dinero en la bolsa, o en el volátil sube y baja del mercado petrolero, no tienen mucho de qué preocuparse: tienen abundantes recursos aun después de las pérdidas. Los más pobres del mundo, sin embargo, dedican la mayor parte de sus escasos ingresos a la compra de alimentos. Al subir éstos fuertemente, el golpe a la economía de las familias más pobres ha sido brutal. Por eso este año hemos visto violentas protestas en el mundo por estas alzas.
Los gobiernos rara vez entienden la naturaleza del problema o sus posibles soluciones. Por eso con frecuencia recurren a programas como la prohibición de exportaciones de alimentos, controles de precios, subsidios a productos básicos o la búsqueda de un romanticismo campirano que no sólo no combaten el mal de fondo sino que muchas veces lo agravan.
En el número de noviembre-diciembre de 2008 de la influyente revista estadounidense Foreign Affairs, Paul Collier, director del Centro para el Estudio de las Economías de África de la Universidad de Oxford, ofrece tres soluciones que sí se enfocan al fondo del problema:
1. La expansión de la agricultura comercial;
2. La promoción de una agricultura tecnológica y, en especial, la adopción de productos genéticamente modificados;
3. Y la eliminación de los subsidios de Estados Unidos al empleo del maíz amarillo para la producción de etanol.
En los últimos años, señala el profesor Collier, ha surgido una tendencia de pensamiento romántico que defienden personajes como el Príncipe Carlos de Inglaterra y que busca preservar una “agricultura campesina” que no tiene manera de alcanzar los niveles de productividad que impedirían que los más pobres del mundo sufran hambre. Esta tendencia utópica se ha reflejado en la producción y distribución de “productos orgánicos” que los ricos pueden comprar a mayores precios, pero que disminuyen radicalmente la productividad por hectárea.
En México esta tendencia romántica se ve reflejada en los esfuerzos por preservar una agricultura ejidal, de uso intensivo de mano de obra y de precarios derechos de propiedad, que no ha hecho más que condenar a los ejidatarios a vivir en la pobreza. En contraste Collier señala la creciente productividad de la agricultura comercial de Brasil que constituye un ejemplo para los países pobres del mundo.
La negativa de Europa —y por consiguiente de África, que depende económicamente de Europa— a aceptar los cultivos transgénicos ha constituido un golpe severo a la introducción de especies agrícolas más resistentes a la sequía y a los pesticidas. En el caso de África esta resistencia de los gobiernos europeos, que en buena medida es un ardid proteccionista contra las empresas estadounidenses que fabrican productos bioagrícolas, es especialmente lamentable porque condena a los países africanos a quedarse sin productos que serían muy importantes para evitar el desastre que presagia el cambio climático para la agricultura del continente.
Una de las políticas más dañinas en lo ecológico y en lo agrícola en el mundo ha sido, por otra parte, la decisión del Gobierno del presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, de dedicar decenas de miles de millones de dólares en subsidios para desviar los cultivos de maíz amarillo de la alimentación a la producción de etanol. Esta política ha elevado los precios de los alimentos en todo el mundo, sin aportar nada a la reducción de la contaminación, ya que la producción de etanol es sumamente intensiva en energía y de agua. Si realmente Bush hubiera querido disminuir la contaminación, habría promovido la importación de etanol brasileño, mucho más ecológico por fabricarse de caña de azúcar, pero en lugar de eso el Gobierno estadounidense ha mantenido un alto arancel que hace prohibitiva la importación de este combustible.
El profesor Collier argumenta que para vencer la oposición a políticas que permitan realmente combatir el hambre en el mundo se requiere de una mejor educación de los habitantes de Europa y Norteamérica, seducidos por las ideas románticas que algunos políticos promueven. “Tanto en Estados Unidos como en Europa, millones de ciudadanos decentes están consternados por el hambre en el mundo. Cada vez que una hambruna se refleja en las pantallas de televisión, la respuesta popular es abrumadora”.
Es indispensable combatir el hambre con políticas sensatas, afirma Collier. “Despedazar unas cuantas ilusiones románticas es un precio pequeño para ello”.
PETRÓLEO BRASILEÑO
Brasil está en camino de convertirse en una gran potencia petrolera. Actualmente su producción es pequeña, de unos 2 millones de barriles diarios, lo cual le permite cubrir sus necesidades internas y exportar un pequeño excedente. Sin embargo, gracias a la exploración de Petrobras, la empresa estatal brasileña que tiene una mayoría de inversión privada, y de otras 40 empresas petroleras privadas, se han encontrado grandes yacimientos en aguas profundas del país. En los últimos años las reservas petroleras brasileñas se han triplicado hasta alcanzar los 40 mil millones de barriles, tres veces las reservas de México.
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