David G. Víctor es un especialista mundial en desarrollo sustentable. Profesor en la Universidad de Stanford, Director del Programa de Energía y Desarrollo en el Council on Foreign Relations, y autor del texto “Climate Change, Debating America´s Policy Options”.
Aquí cito algunas de sus reflexiones que vierte en el articulo “Al Rescate del Desarrollo Sustentable” publicado en la revista Foreign Affairs. Opino valdría considerarlas para elevar el nivel de análisis en lo que atañe a nuestra Comarca Lagunera.
“El concepto de desarrollo sustentable surgió hace dos décadas, gracias a un exitoso informe llamado Nuestro Futuro Común. Preparado por la Comisión Mundial sobre Ambiente y Desarrollo, el informe sostenía que impulsar la economía, proteger los recursos naturales y asegurar la justicia social no son objetivos contrapuestos, sino interrelacionados y complementarios.
Según esta teoría, un ambiente saludable brinda a la economía recursos naturales esenciales. Una economía próspera, a su vez, permite a la sociedad invertir en protección ambiental y evitar injusticias como la pobreza extrema.
Sin embargo, si bien el desarrollo sustentable se ha vuelto lugar común en las dos décadas pasadas, algo se ha trastocado en forma horrible. Como el concepto subraya la interconexión de todo, ha sido vulnerable a distorsiones a causa de la falta de claridad de pensamiento y se ha vuelto un imán para grupos de interés especial.
La única manera de resolver el lío del desarrollo sustentable es volver a los fundamentos. Es necesario echar una mirada fresca al concepto, como un marco para cada aspecto de gobierno y como un interés especial.
Se le puede revivir siguiendo cuatro cursos de acción: Dar prioridad a la reducción de la pobreza. Hacer a un lado la tendencia ambiental que ha secuestrado todo el movimiento. Favorecer las decisiones locales sobre las recetas globales. Y recurrir a las nuevas tecnologías para propiciar el desarrollo sustentable.
Lo primero es que el progreso en el desarrollo sustentable requiere de éxito en desarrollo económico. Sobre todo en reducción de la pobreza. Los otros dos ejes de la sustentabilidad, la protección ambiental y la justicia social, carecerán de fuerza en tanto no se mejoren los niveles de vida.
Los expertos en sustentabilidad no saben con certeza qué políticas impulsan mejor el desarrollo y, sin una teoría bien aceptada, muchos han tendido a adoptar esquemas grandiosos, como las Metas del Milenio, que no resultan realistas en la práctica y no es probable que rindan resultados.
También es necesario enfrentar la tendencia ambientalista que ha dominado toda la agenda del desarrollo sustentable. Desde sus inicios, las naciones más pobres han temido con razón que la preocupación del mundo desarrollado por el ambiente pueda ensombrecer el interés por el desarrollo económico.
El cambio climático y la biodiversidad son altas prioridades de la mayoría de los países industrializados. Esos dos asuntos consumen por sí solos dos terceras partes de los recursos invertidos. Sin embargo, están desvinculados de las verdaderas prioridades económicas de las poblaciones más pobres de los países en desarrollo.
En el área de cambio climático, por ejemplo, la estrategia de financiamiento es presionar por el desarrollo de tecnologías como las energías solar y eólica, que no emiten dióxido de carbono, causa principal del cambio climático.
Son las predilectas de los ambientalistas en países con altos niveles de ingreso. Quienes aseguran que estas tecnologías exóticas, si bien caras en la actualidad, se volverán más baratas con el tiempo. Es un argumento de dudosa importancia para los 1600 millones de personas que carecen de electricidad hoy en día. Para ellas, el verdadero progreso viene por lo regular en la forma de opciones más efectivas en términos de costo, como los generadores a diesel y las extensiones de la red eléctrica.
Pese a sus principios como un poderoso concepto de motivación, en las dos décadas pasadas el desarrollo sustentable ha perdido sentido. Se ha vuelto presa de una colección de grupos de interés especial, que lo han vuelto hueco y al mismo tiempo han perdido el rastro de lo que mejor pueden hacer para ponerlo en práctica. Cuando se ha aplicado, la teoría ha distorsionado a menudo las verdaderas prioridades del desarrollo.
Componer el concepto requerirá volver a sus orígenes, y en especial acentuar la integración de los sistemas económico y social, a la vez que se deja a las instituciones locales competentes decidir cómo fijar y procurar sus propias prioridades.
Los partidarios del desarrollo sustentable no deben proponer falsas metas universales. Como los requerimientos e intereses locales varían por necesidad, el desarrollo sustentable debe redefinirse una y otra vez, de abajo hacia arriba, dondequiera que se quiera poner en práctica.
Éste puede tener relevancia y aceptación mundial, pero sólo si se restaura su propósito original de ayudar a los pobres a llevar una vida mejor, más sana y más justa en sus propios términos”. Sin imponerles algún tema medioambiental, cuando están muriendo de hambre…
Heriberto Ramos Hernández
haramos67@hotmail.com