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Amenazan huracanes estilo de vida en Luisiana

AP

Tras soportar cuatro huracanes de magnitud en los últimos tres años, los residentes de los pueblos cajun de la costa de Luisiana se preguntan cuánto más van a aguantar.

El reciente huracán Ike causó considerables inundaciones y daños en el sur de Luisiana, y decenas de miles de viviendas y negocios resultaron destruidos.

Muchas de esas localidades habían sido azotadas por el huracán Gustav dos semanas atrás y por Katrina y Rita en el 2005.

Esta región de descendientes de franceses que hablan el dialecto cajun se siente abrumada.

"La comunidad está muy golpeada", comentó Albert Creppel, jefe de la policía de Jean Lafitte, ciudad ubicada 40 kilómetros (25 millas) al sur de Nueva Orleáns. Su vivienda, que había sido reparada finalmente tres años después del paso de Rita, se inundó con más de medio metro (dos pies) de agua.

"Ya es demasiado. Mi esposa no quiere volver", expresó Creppel.

Las amenazas que se ciernen sobre el medio ambiente y la cultura de la zona no son nuevas.

El ciclo de tormentas y erosión de la costa ha acabado con los pantanos que protegían los asentamientos cercanos al mar, al tiempo que la creciente homogeneización del país debilita las tradiciones lingüísticas y culturales.

Con cada tormenta, la amenaza aumenta.

"Si seguimos así, desaparecerá toda una cultura, una forma de vida", dijo Tracy Kuhns, director de la agrupación conservacionista Louisiana Bayoukeeper, quien vive en Barataria. "Va a ser barrido por el agua".

"Se inundaron zonas que jamás se habían inundado", se lamentó Kuhns. "Hay que hacer algo para devolverle la vida a los pantanos", que constituyen una barrera natural.

Ike desenterró unos 200 ataúdes en dos parroquias del sudoeste de Luisiana, donde las autoridades se abocaron a la búsqueda de los cadáveres.

"Es una pesadilla", afirmó Annette Claverie en un negocio de alimentos de Jean Lafitte llamado Herb's, el cual también fue inundado.

La ciudad, nombrada en honor al pirata famoso por su desempeño heroico en la Batalla de Nueva Orleáns de 1815, en la que Estados Unidos derrotó a Inglaterra, es el hogar de numerosos trabajadores de los campos petrolíferos, pescadores y gente que vive junto al agua.

Ike dejó más de medio metro de agua en el almacén de Claverie y estropeó todo lo que había adentro.

"Estamos demasiado bajo", comentó entre lágrimas Claverie, quien ya había perdido todas sus mercancías con Gustav. Las dos tormentas le ocasionaron perjuicios del orden de los 400.000 dólares. "Sin los pantanos, que eran nuestra barrera, no tenemos protección, como en el pasado", manifestó.

En el último siglo desaparecieron casi 5.000 kilómetros cuadrados (2.000 millas cuadradas) de pantanos en Luisiana como consecuencia de los huracanes, la inestabilidad de la tierra, la construcción de canales para la navegación y la exploración en busca de petróleo.

Agrupaciones defensoras del medio ambiente pronostican que para el 2050 habrá desaparecido otro tercio de la zona costera de 400 kilómetros (250 millas).

"La historia de mi familia es la historia de la costa de Luisiana", expresó Windell Curole, biólogo de 57 años. "Pero la tierra en la que nos radicamos ya no existe. Nos hemos tenido que mudar una y otra vez".

Curole, un cajun que dice que fue el primer integrante de su familia en siete generaciones que aprendió a hablar inglés antes que francés, sostiene que la desaparición de los pantanos hace que cualquier huracán menor represente una gran amenaza.

"Lo noté por primera vez en 1985, con Juan", señaló Curole. "Fue un huracán relativamente débil, pero causó muchas inundaciones en una franja costera de hasta 80 kilómetros (50 millas)".

La reparación de la costa es una empresa enorme. La revitalización de los pantanos y la ampliación del sistema de diques tomará años y costará miles de millones de dólares.

Habrá que ver si la gente de la zona puede esperar tanto.

La industria pesquera fue la más golpeada, especialmente desde la llegada de Katrina y Rita. Las autoridades federales dijeron que la industria había sido diezmada por desastres naturales y allanó el camino para la concesión de ayuda y de préstamos.

Pero Claverie teme que esa ayuda llegue demasiado tarde y que muchos comercios y residentes se irán de la ciudad.

"Cada tormenta deja agujeros en la comunidad", manifestó. "Esa gente que se va sostenía nuestros negocios. Con su partida, todos sufrimos".

Sin embargo, Ramona Guidry se mantuvo desafiante y prometió reparar la casa de su infancia, en la que vive su madre, de 77 años. Parada en el porche, con el jardín inundado, dijo que jamás se desprenderá de la casa de su familia, no importa cuántos huracanes azoten la zona.

"Aquí fui a la escuela. Aquí me crié. Este es el sitio donde quiero estar", expresó.

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Escrito en: Huracanes

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