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Amigo Sembrador

Francisco A. Ledezma

La cruz es el símbolo universal del amor y del bien. A ella vuelven sus ojos los hombres en los momentos de mayor angustia y de mayor dolor, aunque cuando son felices la olviden. Ella está llamando constantemente hacia el camino de la perfección, y entrega a quien la busca el consuelo a sus dolores y a sus inquietudes, porque su verdad es eterna.

La cruz está en todas partes y a cada momento nos encontramos con ella. Es como si estuviera impresa dentro de nuestra propia conciencia, cualquiera que sea nuestra fe, porque el amor y el bien no son virtudes prerrogativas de una sola religión, sino consustanciales al género humano: basta querer ser bueno y justo, para sentir que la bondad que simboliza la cruz se adentra en nosotros. Por eso es bello encontrarla por doquiera que vamos. ¡Qué inmensamente consolador es hallarla en las soledades abruptas de la montaña, lejos del mundanal ruido y cerca, muy cerca de Dios!

En los cinco continentes, África, Asia, Europa, América y Oceanía, la cruz está enhiesta en las altas cimas de las montañas. Quien llega allí deseoso de satisfacer su anhelo de altura, de extasiarse de la maravilla de la naturaleza, ahí encontrará el símbolo eterno de la cruz. ¡Qué consuelo tan grande se siente en hallarla! Cuando la encontramos en nuestro camino, se renuevan nuestros propósitos y esperanzas y en ese ambiente montañés pleno de quietud, propicio para la comunión con el amor mismo, se nos lleva a profundas reflexiones. A una revisión de nuestras actitudes hacia nuestra familia, hacia nuestro prójimo. A encontrarnos con nuestro yo.

En alguna ocasión te he platicado que desde mi adolescencia practiqué el montañismo llevando mis anhelos a la conquista de todas las principales alturas de la República Mexicana y así pisé multitud de veces las cimas del Pico de Orizaba, del Popocatépetl, Iztaccíhuatl, Nevado de Toluca, Volcán de Colima, Malinche de Tlaxcala, Cofre de Perote, enclavadas todas ellas en la faja volcánica del paralelo diecinueve y en el instante mismo de llegar ante las cruces que el hombre ha puesto en esas cumbres, el primer impulso fue siempre postrarme de hinojos en reverencia a Dios y en oración profunda agradecer su infinita bondad y misericordia.

Este día conmemoramos la institución de la Sagrada Eucaristía. Mañana iremos al encuentro con la Cruz, hermosa figura que habiendo sido instrumento de castigo infamante, es ahora, por la muerte de Jesús en ella, un símbolo universal de redención, de paz y de amor fraterno.

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