Nosotros Las palabras tienen la palabra VIBREMOS POSITIVO Eventos

Amigo Sembrador

Francisco A. Ledezma

Dos días antes de que se efectuara el evento se comunicó conmigo Ramón García de la Cruz, diligente secretario en el consejo directivo del Club Sembradores de Torreón, para hacerme la invitación para que dijera las palabras alusivas, en el homenaje que a nuestras madres y esposas habría de efectuarse en la terraza del Club Campestre La Rosita. Desde el momento de la llamada telefónica mi cabeza empezó a elucubrar, consciente de que a la vez que es un honor, es asimismo un compromiso dirigirse a las relevantes personalidades que conforman la membresía de nuestro club.

Llegada la fecha, con una concurrencia de más de cincuenta matrimonios, me dejé llevar por la emoción dando vuelo a mis propios sentimientos y así dije a nuestras madres ausentes y a nuestras esposas presentes:

En remembranza tan grata de las madres en su día, cantemos con alegría en su honor la serenata. A la madre que a su tiempo le erigimos con pasión, en nuestros pechos un templo; su altar nuestro corazón.

Y recordar... traer al pensamiento, las imágenes entrañables de nuestro hogar. Los rostros del padre, de los hermanos y al centro la figura señorial de la madre, venerada como a Dios. Recordarla llena de alegría, dispuesta siempre para acudir a la primera llamada de los hijos; si alegres, compartiendo de su alegría. Si tristes, enjugando las lágrimas, con ese amor, con esa ternura y comprensión que sólo una madre puede dar.

Es la cotidianidad del hogar la mujer es la figura central. En su diversidad fue novia, como después es esposa, madre; compañera en todos los avatares de la vida. Es para sus hijos el hado protector; la huella imborrable del amor, el sello de la felicidad y el valor de la vida. Es la presencia de Dios.

Por eso, en esta fecha memorable en que le rendimos pleitesía, mi voz afina el acento para decirle:

Mujer, esposa y madre, tu nombre lo pronunciamos desde que envuelto en oro, en el lejano oriente aparece el rubio sol, hasta que en las frondas el pájaro canoro despide con sus trinos el último arrebol.

Después, cuando la noche desciende misteriosa, cuando la brisa calla su trémula canción, el alma por los labios musita fervorosa, tu nombre, como una beatífica oración.

Y ésa es la palabra que se expresa más ardiente, más amante, más llena de pasión y es el conjuro que quita los resabios y ahuyenta la tristeza que aflige al corazón.

Porque... eres dulce y hermosa, como un lirio temprano, como un rayo de luna y en los grandes luceros de tus ojos hay una luz celeste, de amores de poder sobrehumano.

Yo presumo que fuiste allá en tiempo lejano, la gacela más regia de la tierra moruna, que los corvos alfanjes custodiaron tu cuna y un sultán poderoso te llevó de la mano.

En el templo sagrado de tu pecho argentino, se deshace el canario del amor en un trino y en tus frescas mejillas pinta un caro arrebol...

¡Oh, dichosa mujercita, eres dulce y hermosa como el suave perfume que prodiga la rosa, como un trino de alondra, como un rayo de sol!

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