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Amigo Sembrador

Francisco A. Ledezma

De veras, cómo es grata la convivencia con los amigos cuando hay una comunión de ideales, cuando los propósitos de servicio social son los mismos, eso nos sucede a los socios del Club Sembradores de Torreón que disfrutamos tanto nuestras reuniones quincenales, como en la sesión comida del jueves pasado en que fueron directores de programa Toño Yarza, Sergio Berlanga, Chuy Humphrey, Manolo Chávez y Rolando Gotés, en que cincuenta y cinco comensales rebasamos el cupo que nos tiene asignado Miguel Ramos en su afamado palenque, que les obligó a multiplicarse en el servicio. Era de ver y oír tanto entusiasmo y algarabía.

Y aunque se da gusto al paladar con las viandas y las bebidas, lo verdaderamente importante es la comunicación, el trato con nuestros compañeros, medios interpersonales que nos permiten conocer a las personas, saber de sus inquietudes, de sus propósitos e ir valorando sus cualidades. Como caso te platico que en lo que va del año, en cada una de las sesiones, me ha tocado de compañero y conversar largo y tendido con Salvador Álvarez, el charro más afamado en todos los contornos nacionales y amigo entre los amigos, de quien, desde que lo conozco hará una treintena de años, he recibido un trato gentil, cordial y afectuoso. Un trato no sólo de compañero de club sino de amigo verdadero.

Es la amistad, ese sentimiento que hace suave la vida al encontrar otras personas con quienes participar en los mismos ideales compartiendo alegrías y sufrimientos, esa comunión de afectos que nos hace sentir la seguridad de que se puede tener en cualquier momento el apoyo incondicional, un apoyo recíproco en todos los sentidos; reciprocidad en los afectos puesto que la elección de amigo es esencialmente libre.

Es a través de la amistad, como siempre nos encontramos en condiciones de superar con solidaridad los problemas y los retos que se nos presenten, pero sobre todo con una fe inquebrantable en la sinceridad de ese sentimiento, en concordia y entendimiento. Pero sabemos que la concordia no resulta de la unificación de las voluntades y se da, como sus mismas raíces lo expresan, en cuanto a que las voluntades de diversos corazones convergen en los mismos ideales y propósitos.

En el decálogo de nuestro credo se dice que “el sembrador cree y practica la amistad como expresión sincera del afecto que sus semejantes le inspiran, cuando creen y viven los mismos principios que él profesa y está dispuesto a dar y darse a ellos sin esperar nada en reciprocidad.

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