El doctor Jorge Fuentes Aguirre, hermano de Catón, con el título de Resplandor, Vida y Obra de Salvador Álvarez Díaz, patriarca de la charrería en el Norte de México, en una obra de sesenta y nueve páginas, muy bien ilustradas y mejor escritas, dice en el prólogo textualmente: “Don Salvador es un hombre que lleva dentro un resplandor. Es el resplandor de sus altos valores, de su elevada calidad humana y de su señorío”. Hace dos años al recibir la obra en obsequio, y leer su contexto –que es crónica de los hechos relevantes de la vida social, empresarial y deportiva de Salvador- pensé que algún día se me encendería la chispa para en unas cuantas líneas expresar mi admiración hacia quien es uno de los más altos valores de la charrería mexicana y es un excelente amigo.
Me salieron unas quintillas que carecen de talento poético, pues poeta no soy, pero a falta de esa calidad, hay sinceridad en el afecto que las inspiran. Hoy, en la comida que nos ofrecen allá en el palenque, Salvador, Rafael Álvarez, Toño Hernández y Carlos Acosta, con la venia de los concurrentes los diré, como ahora te las digo:
Elevo la voz, afino el acento
con mi más fiel expresión;
esclarecido el pensamiento
con el espíritu libre, contento
brindo en esta grata reunión.
Brindo cual he brindado
con verso humilde y sincero,
por el ranchero templado
que es charro bien ataviado
con tan singular sombrero.
Porque es sencillo el ranchero,
cuya riqueza, a mi entender,
es: un buen caballo, sombrero,
traje charro, jorongo señero,
espuelas de plata y su querer.
En el lienzo las suertes amarra
con su destreza insuperable
y cuando firme la rienda agarra
con su gallarda figura charra
¡no hay quien se la compare!
De ser buen charro se ufana;
rechaza el tono lisonjero;
declara la intención vana
si no se echa una mangana
o no se luce en el coleadero.
Con leve sonrisa se recrea
cuando su caballo relincha
si a galana yegua olfatea,
entonces osado caracolea
haciendo crujir la cincha.
El charro mayor es mano
dispuesto a otorgar un favor
y al uso del pueblo soberano
llama al amigo, mi hermano
y al compadre, mi valedor.
Declama la rima campirana
-pues su gusto es la poesía-
y entona la canción mexicana
¡poema que del alma emana,
mágica música de alegría!
Vuela, palomita, vuela de tu nido
-no digas que soy muy decidor-
estos versos que son un corrido,
llévalos en el pico en vuelo tendido
y se los entregas a don Salvador.
De parte de Pancho Ledesma, su Amigo Sembrador.