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Amigo Sembrador

Francisco A. Ledesma

En ese hábito adquirido desde hace muchos años de leer nuestro periódico El Siglo de Torreón, he ido encontrando autores de artículos con los que me he identificado o por su estilo y propiedad de decir las cosas o por lo equilibrado de sus juicios o porque encuentro enseñanzas en todo lo que escriben. Hay casos en que he hallado en un mismo articulista la amalgama de todo eso que me satisface, como cuando leo los domingos en las páginas de sociales el artículo Contraluz de la autoría de la doctora María del Carmen Maqueo Garza, originaria de Torreón radicada en la ciudad de Piedras Negras, Coah., con un historial de más de veintisiete años en el ejercicio de su profesión de pediatra en el Instituto Mexicano del Seguro Social, emparentada con el Lic. Homero del Bosque, supongo yo, que por vía de su esposa doña Estela Garza de Del Bosque.

Su quehacer profesional le ha permitido tener contacto con el dolor, con la tragedia cotidiana, a la vez que con la felicidad de ver que sus esfuerzos tienen resultados positivos. Los vive, los siente y los transmite por medio de sus artículos que tienen esencia humana, contenido de vida. Es doctora en medicina y maestra de la vida. Sabiduría en ambas ocupaciones.

No tengo el honor de conocerla físicamente, pero sí por medio de sus artículos que me hacen tenerle aprecio y admiración como se le tiene a una vieja amistad con la que conversa de lo cotidiano en la vida. El domingo pasado en su artículo “Luz que se deshace” nos platica de sus vivencias, de lo que ha pasado por su mente –como en fílmica pantalla- cuando desde joven empezó a embeberse del color verde institucional; cuando siendo estudiante recorría las salas de hospital y accedía a los quirófanos de la clínica 16 del IMSS en esta ciudad de Torreón.

Y dice que escribe cosas tan personales, porque siente la obligación de dar testimonio de vida a quienes apenas están comenzando su camino laboral; que se dirige a sus hijos y a todos los jóvenes de esa edad, para asegurarles que empeñar una vida en la consecución de una tarea vale la pena, que cuando una persona llega al punto donde ella se halla ahora –al final de una larga actividad profesional en una institución- entiende que no habría podido hacer algo mejor con su existencia. Que el ejercicio de disciplina de levantarse cada mañana para trabajar, el no otorgarse excusas y desempeñar con entusiasmo cada jornada laboral, es algo que a la vuelta del tiempo deja un buen sabor de boca. Que ser creativos y procurar la manera de hacer las cosas imprimiéndoles un sello propio, vuelve las jornadas de trabajo mucho más agradables. Que el haber trabajado durante todos esos años en la lucha diaria contra la enfermedad y la muerte, ha sido la oportunidad para aquilatar en su justa dimensión el gran milagro de la vida.

Y en el párrafo final de su artículo manifiesta con esplendor la poesía que lleva dentro de su alma: “Como en una tarde de lluvia sale el sol y se multiplica en cada gota; en cada charco sobre el suelo, en la vida se asoma Dios y se multiplica en cada ser humano, en cada sonrisa, en cada niño, en cada empeño. A lluvia y a vida las corona el arco iris, luz que se deshace, que se descompone para que podamos convencernos de que existe”.

Gracias doctora María del Carmen Maqueo Garza por toda la sabiduría que nos regala en cada “Contraluz”.

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