¡Feliz Navidad y próspero Año Nuevo! Expresión estereotipada que sintetiza todo lo bueno, lo mejor, que deseamos para nuestros familiares y amigos y es también expresión verbal, que se infieren de esa frase, de dos bellos sentimientos el amor y la amistad, virtudes indispensables en el ser humano para vivir en paz y armonía.
El amor es estímulo que nos hace acometer empresas algunas veces superiores a nuestra propia capacidad; es principio de vida y noble compañero en todos los azares de nuestra existencia. La academia lo define como “sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear”.
En el catálogo del pensamiento de hombres célebres se nos dice que la amistad está considerada como el afecto más alto, firme, sereno y perdurable. Dijo Cicerón que quien tiene un verdadero amigo tiene un tesoro. Cracio afirmó que mientras tuviera uso de razón, no encontraría nada comparable a un amigo y Voltaire decía: toda la grandeza de este mundo no vale lo que vale un amigo. Así podríamos seguir descubriendo ideas y reflexiones sobre la amistad.
Ser amigo es dar a otro el beneficio que al mismo tiempo nosotros disfrutamos. Es compartir pobreza y prosperidad, dicha y amargura. Cuántas veces, en nuestra soledad, la sola imagen de un amigo alivia nuestros pesares. Y cuántas veces la mano insospechada de un amigo se tiende en nuestra vida sin exigir recompensa, sin esperar jamás el pago. En suma, es gratificante profesar el amor y la amistad.
Cada advenimiento de un nuevo año, Salvador Novo, poeta y escritor mexicano, incluía en su gustada colaboración periodística un soneto alusivo al inicio de ese ciclo y a la amistad, bello soneto que ahora comparto contigo:
Gracias, Señor, porque me diste un año
en que abrí a tu luz mis ojos ciegos;
gracias porque la fragua de tus fuegos
templó en acero el corazón de estaño.
Gracias por la ventura y por el daño,
por la espina y la flor; porque tus ruegos
redujeron mis pasos andariegos
a la dulce quietud de tu rebaño.
Porque en mí floreció tu primavera;
porque tu otoño maduró mi espiga
que el invierno guarece y atempera.
Y porque entre tus dones me bendiga
-compendio de tu amor- la duradera
felicidad de una sonrisa amiga.