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Amy Winehouse ¿Nacida para perder?

La intérprete es claro ejemplo de que no se puede tener todo en la vida.

La intérprete es claro ejemplo de que no se puede tener todo en la vida.

El Universal

MÉXICO, DF.- Ni Billy Holiday en los más malos momentos de su vida ni Keith Richards en los peores, mostraron una vocación de kamikaze total para el escándalo, como parece ser el habitual sello de la llamada “Mejor Voz de su Generación”, Amy Winehouse, ganadora de cinco Grammy y casi poseedora del récord Guinness de adicción a las drogas y al alcohol, que la han llevado al camino del fatalismo, el abandono y la melancolía, con una frágil existencia al borde del precipicio.

Winehouse, quien es comparada, vocalmente, con Sara Vaughan y emparentada con el sufrimiento y dolor que ponía en cada canción Billy Holiday, más la herencia y look de chica mala al estilo de las Shangai-Las; esta última aderezada con nada velados guiños al desamor, las drogas y el sexo, la están llevando a tocar -para cantar- a las puertas del infierno.

Crisis generalizadas de agotamiento, trastornos alimenticios, embriaguez crónica, pérdida de peso, problemas en su sangre y un añorado marido preso, no la han detenido para cumplir -y tal vez ¿morir en la raya?- en el escenario, cantando blues y soul, cuando no está en el hospital como recientemente cuidándose un enfisema pulmonar por fumar crack sin filtro y cigarrillos light. Sin embargo ha prometido, como tantas veces, enmendarse so pena -como le han dicho los médicos- no sólo de perder la voz, sino la vida.

Por eso, su padre, Mitch Winehouse, ha advertido a los dealers que ya no le suministren aditivo a su hija y a sus amigos drogadictos confesos como Pete Doherty, de la banda Babyshambles, que se alejen de ella. Algunos juran que en su lecho del dolor Amy casi clama: “¡¿Qué he hecho yo para estar cubierta de parches de nicotina y comiendo como un caballo para desintoxicarme?!”.

Cada vez que la prensa da cuenta de su expediente de salud, los promotores de sus conciertos tiemblan y su disquera también. La última vez que su compañía de discos le pidió que cambiara, que ya no empinara tanto la botella, ella obedeció: ¡cambio de disquera!, mientras que cargando su tatuado y grafiteado cuerpo se recupera mínimamente, tan sólo para volver a las ¿emociones fuertes? Pero qué se le va a hacer, así es Amy y así la quieren sus fanáticos, aunque muchos cruzan los dedos, como Nelson Mandela.

En el mercado de la especulación cambiaría de hábitos, su vida, por ahora cotiza a la baja pero, recemos que en cualquier momento se disparare a la alta, como sus canciones y discos que pintan para ser leyenda como el Back to Black.

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