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Apariencias engañosas

salvador kalifa

Las comparaciones de cifras oficiales entre diferentes economías pueden ser engañosas y, en ocasiones, presentan un panorama que no refleja adecuadamente la realidad. Ello, a su vez, puede llevar a la aplicación de políticas económicas inadecuadas, en particular cuando se comparan peras con manzanas, o sea, cifras que no miden lo mismo.

Esto sucede en el caso de la estimación de inflación, cuando en un país proliferan los controles y la fijación burocrática de precios, mientras que en otros se determinan esencialmente por las fuerzas del mercado. La comparación de las cifras de inflación entre México y EU ha caído recientemente en esta situación.

En nuestro país los controles recientes, los pactos y la administración de los precios de los energéticos contrastan con la mayor flexibilidad en la determinación de los precios que existe en Estados Unidos que la comparación de las cifras oficiales de inflación en ambas economías puede llevar a conclusiones que no necesariamente reflejan la realidad. Por ejemplo, los datos de inflación del mes de enero en EU mostraron un crecimiento de 4.3 por ciento en la inflación general a doce meses, mientras que la subyacente acumuló un 2.5 por ciento.

En México, por su parte, las cifras correspondientes al mes de enero fueron de 3.70 y 4.06 por ciento, respectivamente.

El dato del indicador general de inflación pareciera mostrar que el crecimiento de los precios es menor en México que en EU. La realidad, sin embargo, es que mientras aquí prolifera la intervención gubernamental en la fijación de precios clave, allá se deja a las fuerzas del mercado que reflejan mejor las presiones inflacionarias, lo que se aprecia en los datos de inflación subyacente para ambas economías.

El Banco de México tiene que considerar, por tanto, estas diferencias, y no dejarse llevar por las apariencias a la hora de decidir sobre la dirección en que se moverán las tasas de interés en nuestro país. Otro ejemplo es la comparación de los datos sobre el crecimiento de las economías estadounidense y mexicana, que también tiene relevancia para la toma de decisiones de política económica.

Recientemente se dieron a conocer los datos de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) del cuarto trimestre de 2007 para ambos países. Esas cifras muestran un incremento de 3.79 por ciento del PIB en México y uno de 0.63 por ciento en EU.

En principio, se puede concluir que nuestra economía creció bastante más que la de EU, pero una comparación válida requiere que utilicemos las estimaciones que miden lo mismo en ambos países. En el caso que nos ocupa, los crecimientos mencionados tienen bases distintas.

En México las autoridades publican el crecimiento del PIB con respecto al mismo período del año previo que, para las cifras mencionadas, corresponde al cuarto trimestre del 2007 con relación al cuarto trimestre del 2006.

En cambio, en EU la cifra de crecimiento trimestral anualizado se calcula con el dato de un trimestre corregido por estacionalidad respecto al trimestre inmediato anterior. Los datos para EU corresponden, por tanto, a la evolución de la producción del cuarto trimestre de 2007 respecto al tercer trimestre de ese mismo año.

Para una comparación apropiada es necesario utilizar las mismas bases de estimación en ambos países. Una forma sería hacer el cálculo de acuerdo con la práctica en México y comparar el crecimiento de EU del cuarto trimestre de 2007 respecto al cuarto trimestre de 2006.

La cifra correspondiente para EU es de un crecimiento de 2.47 por ciento, monto todavía inferior al registrado en México, pero bastante superior al 0.63 de crecimiento que resulta de aplicar la metodología estadounidense.

¿Porqué entonces la preocupación por una recesión en EU? Porque el dato que se compara con el trimestre inmediato anterior muestra la tendencia más reciente de la actividad económica, que en este caso es una notoria pérdida de dinamismo y con una alta probabilidad de un mayor deterioro por los efectos negativos de sus crisis inmobiliaria y de crédito.

El seguimiento de los datos trimestrales permite, por consiguiente, adecuar la política económica con mayor oportunidad que si se basaran en los datos anuales respecto al mismo trimestre del año previo. En nuestro caso, la observación del crecimiento cada trimestre de 2007 en relación con el mismo trimestre del 2006 muestra una aceleración del crecimiento a lo largo del año, lo que pudiera cuestionar la sensatez del gobierno en anunciar una política expansiva de gasto público para 2008.

El panorama no es muy distinto si evaluamos la tendencia del crecimiento en relación con el trimestre inmediato anterior. En este caso, los datos muestran un crecimiento anualizado muy vigoroso durante el segundo y tercer trimestres, superiores al 5 por ciento, lo que seguramente alimentó las presiones inflacionarias internas, pero también nos muestra que hubo un debilitamiento al cierre del año, con un crecimiento de 3 por ciento en el último trimestre.

Salvo que existan revisiones significativas posteriores del PIB en México y en EU, el debilitamiento de nuestra economía, que todavía avanza cerca de su crecimiento potencial de 3.5 por ciento, es bastante menos pronunciado que el registrado hasta ahora en la economía estadounidense, por lo que la “medicina” no necesariamente tiene que ser la misma.

En esas condiciones, y con presiones inflacionarias latentes, una política expansiva de gasto público y un relajamiento de la política monetaria pueden no ser la respuesta adecuada a las repercusiones de la posible recesión estadounidense, ya que existe el riesgo de comprometer, como ha sucedido en otras ocasiones que remamos contracorriente de EU, nuestra estabilidad financiera y económica.

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