“Mal de muchos, consuelo de tontos”, reza el refrán y aunque todo mundo de dientes para afuera lo asume, en el interior la sensación es distinta. Cuando un mal afecta a una generalidad se puede hablar de cierta equidad, aunque con todas las reservas que hay que considerar al decirlo.
Esto viene a cuento por una mirada echada recientemente a los países sudamericanos de Colombia y Venezuela, que por su condición geográfica, lengua e historia, terminan teniendo mucha semejanza con México y tienen también muchos de nuestros mismos problemas.
La coyuntura de la visita coincidió con la tensión vivida en términos mediáticos por la incursión de las Fuerzas Armadas colombianas en el territorio de Ecuador, apenas cruzando la frontera. El objetivo de la escala era atacar a un campamento permanente de la guerrilla colombiana de las FARC, ubicado en territorio ecuatoriano. La acción militar fue exitosa en términos de los objetivos del Gobierno colombiano, quien abatió a quince guerrilleros, entre ellos al número dos de la organización que tiene más de cuarenta años buscando su revolución armada, “Raúl Reyes”, que se presume por la ausencia de Manuel Marulanda –líder histórico- en la escena pública, “Reyes” en realidad era él la cabeza.
El hecho desató una crisis diplomática entre los gobiernos del Ecuador y el colombiano. Al hecho se le sumó la sobre respuesta del Gobierno venezolano, del coronel Hugo Chávez, que con su intromisión le dio más énfasis al reclamo hecho por el presidente ecuatoriano Correa por la invasión a su territorio. Ecuador rompió relaciones diplomáticas con Colombia y Chávez retiró a su embajador de Bogotá y expulsó al colombiano de Caracas. Tanto Ecuador como Venezuela movilizaron sus tropas a sus fronteras con Colombia.
La cumbre del Grupo de Río, fue el escenario donde se zanjó el asunto, que terminó con apretón de manos entre el propio Chávez, Correa y Álvaro Uribe, mandatario de Colombia y luego ante la misión de la OEA (Organización de Estados Americanos).
Felipe Calderón, de México, estuvo presente en la reunión celebrada en Santo Domingo, República Dominicana, que aglutina a países americanos y del Caribe principalmente.
Ese hecho fortuito le agregó interés a la visita a dos de los países participantes del conflicto, que resultó un espectáculo político y una disculpa por la invasión. El fondo de las acusaciones de promotores de guerrilla y de violadores de soberanía, parece que dará para más capítulos. Pero Venezuela y Colombia tienen muchas cosas más de qué preocuparse.
Caracas, capital de Venezuela, no tarda en mostrar el retraso en el que se encuentra. Tras ocho años en el poder, Hugo Chávez permite que la capital de su país sea una pena mayúscula. Las calles sucias por doquier, la miseria rampante que rodea a la zona urbana estalla en el rostro de cualquiera. No se encontró proyecto alguno de magnitud de obra pública y la apariencia de la urbe hace recordar un poco a la decadente Habana. Pero la propaganda de su revolución no tiene límite. Se podría comparar con el despliegue que hasta antes de la reforma electoral, mantenían el gobernador de Coahuila Humberto Moreira y el alcalde de Torreón José Ángel Pérez, pero acá por lo menos son electos democráticamente y el nivel de descuido venezolano no tiene comparación alguna con lo que se tiene en Saltillo, La Laguna o Durango.
La síntesis en lo que a inspección ocular se encuentra y lo que la gente dice, se resume en el gran fracaso en términos de desarrollo en que Chávez tiene sumida a su nación. La famosa maldición del petróleo, que condena al atraso a la mayoría de los países que cuentan con él, Venezuela la representa con creces, y a los cerros de dinero que ingresan por la venta del hidrocarburo no se ven en las calles, quizá en los saldos de las cuentas bancarias a través del mundo de la nueva élite que se ha formado alrededor de quien apenas acaba de perder un referéndum para buscar ser reelecto indefinidamente.
Entender a Colombia es mucho más complejo e irrespetuoso sería intentar describirlo en unas cuantas líneas. Lo que sí se puede afirmar es que es un país de grandes contrastes.
Colombia es cuna de grandes artistas e intelectuales de talla mundial y su riqueza cultural es enorme, pero ese bello país tiene un cáncer asfixiante: la violencia y los grupos armados de todos los bandos.
El narcotráfico en los ochenta y noventa se encargó de estigmatizar por todo el mundo a Colombia como el productor de cocaína y muerte. Las FARC, con cuarenta años de terrorismo, violencia, secuestros y balas, son un flagelo aberrante en un país democrático como lo es. Pero hay que añadir a los paramilitares, otro grupo armado formado desde la derecha para enfrentar a la guerrilla de izquierda, pero que utiliza los mismos métodos que los terroristas para sus fines, asesinando, secuestrando y violentando el medio social.
Así pues a simple vista hay dos ejemplos de países latinoamericanos con problemas que México debe evitar para su progreso. El primero la gran farsa del demagogo Hugo Chávez, que tiene sumido a su país en una jodidez inaceptable. Hay que pedirle a Dios que la clase política y la sociedad en general mexicana, no den cabida a posturas tan aberrantes como las que Chávez representa. La estúpida invitación del Partido del Trabajo a miembros de las FARC para que visiten México, es un llamado de alerta que en la política mexicana, existen todavía plataformas irracionales.
Del otro lado está la tragedia colombiana, que creció a tal magnitud por el narcotráfico y las carretadas de dinero que ello significa, condenó a un país a asimilar que la violencia e inseguridad es algo natural. Seis filtros de revisión para subir a un avión y que un policía te revise en rápida ocultación para entrar a cualquier restaurante, son signos de la perenne sensación de vulnerabilidad.
Urge pues que la sociedad en México continúe más que nunca en busca del respeto de la legalidad y la democracia, pero urge también dejar atrás los temas tabú y legislar para lograr reactivar la economía en búsqueda del progreso de todos los mexicanos. No podemos permitir parecernos más a las tragedias venezolana y colombiana. eirazoqui@elsiglodetorreon.com.mx