El Senado aprobó por unanimidad reformar la Ley General de Salud para establecer la muerte digna a quienes enfrentan una enfermedad terminal.
No se trata de la eutanasia o dejar en manos de los enfermos, médicos o familiares la decisión de quitarle la vida a alguien que ya no tiene cura.
Lo que hicieron los senadores fue darle la posibilidad al enfermo en situación terminal que pueda cancelar todo tratamiento que pretenda prolongar inútilmente su vida y que en su lugar reciba cuidados que disminuyan su dolor, dejando que el padecimiento evolucione de manera natural.
El dictamen de las comisiones unidas de Salud y de Estudios Legislativos fue aprobado por unanimidad, con los votos de los senadores del PAN, PRI y Verde Ecologista.
Los senadores del Frente Amplio Progresista no acudieron a la sesión, aunque por separado el perredista Lázaro Mazón convocó a conferencia de prensa, interesado en recordar que fue uno de los promotores de esa iniciativa, junto con legisladores del PAN. Nadie le hizo ninguna pregunta.
En cambio, en la tribuna de la sede alterna, en el quinto piso de la Torre Caballito, la panista Teresa Ortuño celebró que, a pesar de los cercos y protestas de los simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador, se le pueda cumplir al país y darle una reforma a la ley de salud que le garantiza a los enfermos terminales una muerte digna.
De acuerdo con el texto aprobado, que fue turnado a la Cámara de Diputados para su revisión y votación, el paciente tiene derecho a pedir la suspensión voluntaria del tratamiento curativo y dar inicio a cuidados paliativos adecuados a su enfermedad, necesidades y calidad de vida.
El objetivo de los cuidados paliativos es la mejoría de la calidad de vida del enfermo, en sentido pleno; comprendiendo no sólo la dimensión física, sino también la psíquica y espiritual.
Además, deben estar dirigidos a aliviar el dolor y no a la pérdida de la conciencia o a la abreviación de la vida. También el paciente deberá de dar su consentimiento para esos cuidados. En caso de que no tenga plena capacidad para ello, la decisión tendría que ser tomada por la familia en conjunto con un comité de bioética.
El médico, según la reforma, pondrá toda su ciencia para aliviar los sufrimientos del enfermo, no únicamente físicos sino también psíquicos y espirituales, tratando de mantenerlo en una aceptable calidad de vida.
Los pacientes tendrán derecho a recibir una atención médica integral e ingresar a las instituciones de salud cuando lo requieran, así como a recibir un trato digno, respetuoso y profesional, procurando preservar su calidad de vida.
