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Arrojar dinero

JAQUE MATE

Sergio Sarmiento

Los Gobiernos de los países más ricos del mundo no se han cansado de arrojarle dinero a la crisis financiera que ha agobiado al mundo. ¿Por qué? Porque los inversores no son ciegos. Se dan perfecta cuenta de que no hay dinero en el mundo que alcance para detener una crisis como la que estamos viendo.

En los últimos días hemos visto un esfuerzo desesperado de los Gobiernos por detener una crisis que ellos mismos han creado utilizando recursos perfectamente inadecuados para ellos, como son el gasto público y las reservas de divisas.

La razón de fondo de la crisis es muy sencilla: el gasto excesivo del Gobierno de Estados Unidos y la política monetaria expansiva de la Reserva Federal crearon a lo largo de los años una burbuja en los precios de las casas y las acciones de las empresas. Esto provocó que en la mayor economía del mundo a la gente no le conviniera ahorrar y en cambio sí endeudarse. Tanto el Gobierno como los gobernados en la Unión Americana gastaron más de lo que ganaban durante años y después endosaron las consecuencias de esta conducta irresponsable al resto del mundo a través de un enorme déficit de cuenta corriente que se hizo posible porque el mundo estuvo dispuesto a comprar billones de dólares en bonos de deuda estadounidense.

El ajuste era inevitable. Ningún país puede vivir indefinidamente de prestado. Si acaso el ajuste tardó demasiado en realizarse, porque cada vez que comenzaba, como en 2000-2001, la Reserva Federal reaccionaba inyectando más dinero al mercado. Cuando finalmente llegó la caída, ésta cargaba tal inercia acumulada que no podía ser más que brutal.

La experiencia nos dice que no tiene sentido tratar de nadar contra la corriente. Si hay una marejada, es mejor dejar que ésta pase y utilizar los recursos que se tengan, pocos o muchos, cuando la marea se retire, cosa que ocurrirá tarde o temprano.

Los recursos disponibles deben utilizarse para apresurar una recuperación que ya se lleva a cabo de manera natural. En cambio, los Gobiernos han gastado cientos de miles de millones de dólares, billones incluso, para tratar de impedir un ajuste que nadie podía impedir. Al hacerlo no sólo no han logrado nada sino que han, quizá, agravado el problema.

El Gobierno mexicano no ha tratado de detener el desplome de la Bolsa Mexicana, lo cual es razonable, pero el Banco de México sí ha quemado reservas para tratar de evitar una devaluación brusca del peso. Puede entenderse el deseo de evitar esta devaluación, que puede generar problemas inmediatos a muchas empresas, como lo ha hecho ya con Comercial Mexicana; pero el uso de 8,900 millones de dólares, 10.6 por ciento de las reservas, en apenas tres días no ha servido más que para amortiguar ligera y temporalmente el impacto.

El peso al mayoreo, que llegó a estar por debajo de 10 por dólar en los primeros días de agosto, cerró el viernes 10 de octubre a 13.12. La devaluación –o, para ser más precisos, el aumento del precio del dólar en pesos— es ya de más de 30 por ciento.

Si realmente el Banco de México continúa tratando de impedir el deslizamiento del peso con un uso tan intenso de reservas, nos quemaríamos las que quedan en unos cuantos días.

Tarde o temprano los mercados encontrarán un nivel congruente con las realidades económicas. Muchas empresas cotizadas en bolsa pueden comprarse hoy por una fracción de su valor en libros. El valor real del peso frente al dólar es muy superior al que ofrece el tipo de cambio de 13 pesos por dólar, aun después del colapso de los precios del petróleo. El problema es que cuando los Gobiernos empiezan a intervenir en los mercados, generan temores por una parte, pero también incentivos para ganar grandes cantidades de dinero apostando en contra de sus vanos intentos por impedir lo inevitable.

Las marejadas que hoy estamos viendo en los mercados financieros son las mayores que yo he presenciado en mi vida, la cual ha estado marcada por un gran número de crisis económicas. Hay razones para estar asustado. Pero así como la experiencia me dice que un ser humano, incluso el más vigoroso, no puede oponerse a la fuerza de una tormenta, así también me doy cuenta de que los Gobiernos no pueden impedir una tormenta financiera arrojándole dinero. Estamos sufriendo un verdadero huracán.

Tenemos que darnos cuenta de las limitaciones a lo que podemos hacer en su contra.

LOS POLÍTICOS

Los políticos del mundo se han estado reuniendo todo el fin de semana con el fin de alistar planes y recursos para combatir la crisis financiera. Primero fueron los ministros de economía del G-7, los siete países más ricos del mundo, quienes en Washington acordaron un “plan de acción” contra la crisis. El problema es que este plan no incluye ninguna medida concreta. Después fueron los representantes de los 185 países miembros del FMI, quienes ofrecieron respaldo al plan con dinero de la institución. Ayer se reunieron en París los mandatarios europeos para discutir distintas opciones frente a la crisis. Todos saben, sin embargo, que los recursos que puedan reunir no serán suficientes para impedir una nueva ronda de caídas en los mercados si los inversores así lo deciden. Lo único que puede evitar un mayor desplome es la recuperación de la confianza, para que los inversores aprovechen la enorme cantidad de gangas que se han generado en los mercados.

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