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Asignaturas pendientes (desde 1810) (I)

EL COMENTARIO DE HOY

Francisco Amparán

Como suele ocurrir, en estos días hay una explosión de fervor patriótico francamente intoxicante. Mucha gente se olvida que el país está minado por la inseguridad, por nuestras eternas e inútiles querellas, y debido a la inoperancia de un Estado que no hemos sabido construir durante casi dos siglos; y sale jolgorienta a las calles a aventar cohetones, gritar a todo pulmón y echar “¡Vivas!” a personajes de los que no tiene la más remota idea de qué hicieron o qué logros tuvieron. Y quizá eso esté bien. Después de todo, esas señas de identidad en común han servido para mantener más o menos hilado un tejido social muy lastimado, sumamente heterogéneo y que sufre tensiones de todo tipo. El identificarnos como mexicanos, y mediante una fiesta catártica, puede ser un bálsamo en las muchas heridas que sufre nuestra sociedad.

Pero ello oculta o simula el hecho de que hay poco que festejar en realidad. Que muchos de los (supuestos) ideales de 1810 ni siquiera se han empezado a cumplir. Y que hemos sido increíblemente negligentes, históricamente irresponsables a lo largo de los 187 años que este país tiene de Independencia. Sí, no 198, porque un Estado que no obedecía ni respondía a la Corona española nació hasta 1821, gracias a una negociación pactada que no tardó en hacerse añicos. Pero eso no se lo cuenten a nadie. Al parecer, es mejor seguir con la fantasía de que se obtuvo la libertad a punta de campanazos en un pueblo de Guanajuato.

En todo caso, se supone que el improvisado e irresponsable movimiento de Hidalgo tenía ciertos objetivos; y que los continuadores de la lucha fueron añadiendo agravios y demandas, que al terminar la guerra debían haber sido resueltos. ¿Ocurrió eso? Y si no, ¿por qué? ¿Deberíamos abocarnos a ello? ¿Tenemos deudas históricas, asignaturas pendientes desde 1810? Oh, sí. Hay muchas materias que no hemos aprobado, y que llevamos mucho tiempo cursando. Estamos por debajo de cinco no sólo en el nivel educativo de nuestros hijos, sino en muchas otras cosas.

Por ejemplo: no hemos sabido crear un Estado funcional, que cumpla cabalmente con sus deberes. De hecho, el Estado mexicano independiente no ha sido nunca capaz de satisfacer sus dos funciones básicas: darle seguridad a los ciudadanos, y cobrar impuestos suficientes para su funcionamiento. En casi dos siglos, hemos sido incapaces de armar el entramado institucional que en algunos países mucho más jóvenes tiene buen rato funcionando, y que ha promovido el bienestar de sus sociedades.

¿Y qué decir de nuestra clase política histórica? Desde la Guerra de Independencia no vemos sino discordia, incapacidad para ponerse de acuerdo, mezquindad y desvergüenza. Raros son los estadistas con la visión de futuro y la amplitud de miras que se requieren. A ésos los podemos contar con los dedos de las manos.

¿Le seguimos? Sí, le seguimos… mañana, porque se ha terminado el espacio.

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