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Atrapada en EU por el limbo legal

El universal

El de Rosalba Lima es el caso de esos mexicanos que viven en un limbo, pues se encuentra como indocumentada en este Estados Unidos.

Rosalba no tiene un sólo documento de identificación oficial como para presentarse en una agencia de viajes o en la ventanilla de una línea aérea en el aeropuerto John F. Kennedy y tomar el vuelo que la lleve de vuelta a Huejotzingo, Puebla.

Por carretera ni pensar en volver, porque la esperarían cinco días de camino para llegar tan sólo a la frontera con México, sin olvidar los innumerables retenes carreteros de la Guardia Nacional, de los policías estatales y de las autoridades migratorias estadounidenses. De los peligros y extorsiones que enfrentaría del lado mexicano, ya ni hablar.

Así, ella permanece como atrapada, pero también debatiéndose en una contradicción generada por la urgencia de ganar esos dólares que manda cada mes a su pueblo, para la manutención de su hijo de 10 años, pero también por la crisis de este país que ha provocado una reducción de sus ingresos personales en casi la mitad.

Desde hace tres años Rosalba trabaja como mesera en un restaurante de comida mexicana de la calle 116. Cuando llegó a Nueva York ganaba alrededor de 600 dólares semanales, tan sólo en propina, lo que le daba para pagar la renta de un pequeño departamento en el barrio de Harlem, para su manutención y para enviar 400 dólares cada mes a Puebla.

Pero el número de comensales en ese restaurante ha bajado a la mitad, lo que se ha traducido en menos propinas. Ahora gana 350 dólares a la semana, pero no por ello ha reducido la cantidad de remesas que envía a México.

Sin embargo, Rosalba Lima seguirá en la urbe de hierro porque su familia también se lo ha pedido. “Me dicen que esté aquí, porque allá la cosa se pone muy difícil”.

-¿No has pensado en quedarte, en traer a tu familia? -, se le pregunta.

-A veces sí lo pienso, traerme a mi hijo, pero es difícil. El también tiene otras costumbres, va a la escuela y sería un cambio muy duro para él como niño. El ya tiene 10 años-, explica Rosalba.

-Además es difícil cruzar ¿no?

-Muy difícil, y el idioma

-¿Tú cómo cruzaste?

- Por el desierto.

-¿Pasaste días caminando?

-Un mes; bueno no un mes caminando. Dilatábamos unos días, no pasábamos, nos agarraba migración, después lo volvíamos a intentar.

Hace unos meses esta joven poblana trató de conseguir el pasaporte mexicano. Antes de que amaneciera llegó al consulado que se ubica en la calle 39; es necesario llegar temprano, como a las 2 de la mañana, porque se reparten fichas entre los connacionales que también buscan hacer algún trámite. En la pagina de Internet, el Consulado dice dos cosas distintas sobre eso, una destaca que es necesario hacer cita, la otra que no.

Para obtener su pasaporte Rosalba llevaba un diploma del bachillerato que cursó en Huejotzingo, como único documento que probaba su identidad, pero según narra, en la oficina consular le pidieron otro papel que no esperaba le fuera solicitado: el comprobante de kínder.

“Yo les llevé el diploma de bachillerato y les dije que si lo tenía era lógico que había pasado el kínder, pero la señorita me dijo que además tenía que llevar el acta de mi mamá, de mi papá y de mis hermanos, yo no sé para qué”, recuerda Rosalba.

No piensa en rendirse para obtener el pasaporte, pues sabe que lo necesita para regresar a México más o menos en un año. Por ahora tiene como proyecto personal tomar clases de inglés todos los viernes y sábado, los días de su descanso. De ese idioma habla lo básico, para darse a entender entre los clientes no latinos y para pronunciar los nombres de los alimentos que aparecen en el menú de desayunos y comidas.

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