Durante años Colombia fue el líder regional absoluto en materia de secuestros, en todas sus modalidades. En los últimos años otros países parecen amenazar ese, su particular liderazgo.
México y Brasil lo acompañan en la conformación de una dantesca trilogía. Aunque en Colombia ese flagelo vio reducir sus índices de manera abrupta en los últimos años.
Colombia había intentado combatirlo con la ley y con todo tipo de estrategias. La ley antisecuestro de 1996 se había pensado como una herramienta pero la Corte Constitucional la abortó por considerar que violaba el derecho a la libertad por cualquier medio. Esa norma prohibía el pago de rescate y obligaba a dar aviso a las autoridades una vez que se produjera el delito.
Pero para la Corte, el rescate podía determinar la vida y la libertad de la víctima, por lo que consideró que la ley obstaculizaba la libertad individual.
Así, desde mediados de los años 70 hasta el 2002, el índice de plagios no dejó de crecer en ese país. El año con mayor registro de secuestros fue el 2000 con 3 mil 706 plagios. Ya en el 2002, los casos habían descendido a 2862 y en el 2007, el último registro oficial y de las fundaciones que trabajan sobre esa temática como País Libre, los plagios denunciados fueron 447.
Según esas entidades, además de la política del presidente Alvaro Uribe, se debe a que en “muchos casos no se denuncian o porque se pagó el rescate”.
Para el gobierno colombiano, el constante descenso de los casos “obedece a la Política de Seguridad Ciudadana”.
Por ejemplo a fines de los 90, los grupos insurgentes operaban a las puertas de Bogotá, con lo que el secuestro funcionaba como el delito más a mano y común.
Era la delincuencia común la encargada de más del 80% de los plagios, para luego negociarlos con la guerrilla, ya sea las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el Ejército de Liberación Nacional (ELN) o bien las paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).
De hecho en las estadísticas, la delincuencia común figura como la autora de la mayor cantidad de secuestros, seguidos de los diferentes grupos armados, a lo largo de los años 90 y el primer lustro del siglo XXI. A partir del 2005, fueron las FARC las que desplazaron a los secuestradores comunes, en el primer lugar del podio.
