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Barack ‘el bendecido’

Adela Celorio

Yo nada entiendo de política y menos de política gringa, pero así nomás, al puro pálpito, me encantaría que de la mano de Michelle Robinson (al día de hoy prestigiosa abogada con quien se casó en 1992 y su más importante fuerza y apoyo en la carrera a la Presidencia) Barack Obama entrara a Casa Blanca por la puerta grande aunque sólo fuera a reivindicar la jodida historia de esclavitud, abuso, humillación y desventura de la negritud en los Estados Unidos.

Aunque sólo fuera por verles la cara a esos mie... que se llaman a sí mismos Ku Kux Klanes; y de paso también porque su triunfo rescataría de la caída en picada al maltrecho y decadente “sueño americano”.

De madre blanca y padre negro, Barack mulato y lleno de sueños llegó a los veintiún años, y con sólo lo puesto, a la Universidad de Columbia. Hoy, a los cuarenta y seis es un aspirante que tiene grandes posibilidades de llegar a la Presidencia de Estados Unidos donde con su sinceridad y carisma, ha cautivado a miles de votantes que encuentran en su poético discurso ecos del mítico “Yo tuve un sueño” de Martin Luther King.

Los analistas aseguran que Hillary Clinton (su contrincante para obtener la nominación por el partido Demócrata) prepara una campaña de desprestigio para que en el último momento Obama dé un tropezón.

Eso no va a ser fácil ya que hace algunos años, él mismo desnudó su vida en la autobiografía (“Dreams from my father”) que asombra porque está magistralmente escrita y porque es de una sinceridad suicida: “Hacía novillos para jugar al baloncesto en las peores calles de Los Ángeles, emborracharme, fumar marihuana, y cuando me lo podía permitir; meterme un tiro de coca. Necesitaba “colocarme” para ahuyentar las preguntas que me atormentaban: ¿Qué significa ser mestizo? ¿Por qué los blancos me consideraban un negro y los negros me miraban con desconfianza? Jugábamos en el terreno de los blancos, con las reglas de los blancos. Si el entrenador quería escupirte en la cara, podía hacerlo. La ironía es que si te negabas a aceptarlo y te enfrentabas a ellos te calificaban de paranoico y extremista”.

Después de licenciarse por la Universidad de Columbia y para poder pagar los préstamos que adquirió para poder estudiar, consiguió trabajo en una consultoría de empresas multinacionales: “Alarmado de tener un traje y dinero en el banco; me sentía como un espía en territorio enemigo. Salía de una reunión con banqueros japoneses o alemanes y me miraba en el espejo del ascensor, con mi corbata y mi maletín, y por una décima de segundo me imaginaba como un capitán de la industria; ladrando órdenes, cerrando un trato; antes de recordar quién era y quién quería ser… “Toda mi vida tuve una imagen perfecta de mi padre: estudiante brillante, amigo generoso… Esa imagen se hizo añicos y fue reemplazada por la de un bebedor amargado y un marido maltratador; un fracasado. Pero me rehice y pensé: bueno, haga lo que haga con mi vida, no puedo hacerlo mucho peor que él”.

Toda comparación es odiosa, pero ante la autenticidad de Obama es inevitable contrastar las ñoñerías de Bush cuando describe sus graves problemas de alcoholismo como “pecadillos de juventud” o la de Bill Clinton negando como un chiquillo que alguna vez fumó marihuana y haciendo pucheritos cuando se le interrogó sobre el affaire Lewinsky. Ante la hipocresía de Jackie Kennedy y de Hillary Clinton con su carita de “aquí no ha pasado nada” ante las evidentes infidelidades de sus respectivos maridos; y hasta de la Barbie McCain; otra cornuda que no tiene empacho en afirmar que su infiel marido MacCain, es un gran hombre.

No entiendo de política, pero me encantaría que su pueblo le permitiera a Obama (“mi nombre, Barack, es africano y significa “bendecido”) llevar un poco de pureza y aire fresco a la Casa Blanca.

adelace2@prodigy.net.mx

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