Las crecientes tensiones empeoraron las condiciones de vida en Ciudad Sadr en Bagdad, Irak, que ya de por sí eran pobres, con mucha gente viviendo bajo un mismo techo, en casas dilapidadas. (AP)
Las nuevas tensiones entre milicianos y el Gobierno iraquí convierten a Ciudad Sadr en el epicentro de una batalla clave.
Los padres tienen miedo de enviar a sus hijos a la escuela. Mercados que hace poco estaban atestados de gente se ven hoy vacíos porque nadie quiere salir a la calle y exponerse a quedar en el medio de combates y bombardeos, ni toparse con los milicianos armados que mandan en este sector de la ciudad.
Ciudad Sadr es el bastión de la milicia shiita más grande de Irak, el Ejército Mahdi del clérigo Muqtada al Sadr.
Unos 2.5 millones de personas viven allí, casi la mitad de los 6 millones de residentes que tiene Bagdad. Y miles más habitan en los barrios periféricos.
Las nuevas tensiones entre los milicianos y el Gobierno nacional, encabezado por otros sectores shiitas, convierten a esta zona en el epicentro de una batalla clave: Para los dos bandos es vital controlar Ciudad Sadr, que ha caído otra vez en las garras de la violencia.
Mucha gente se encierra en su casa y sale sólo para trabajar o para comprar alimentos. Dado que el tráfico de vehículos está limitado, los residentes que trabajan lejos de este sector deben caminar largas distancias para tomar autobuses fuera de una zona a la que fuerzas estadounidenses e iraquíes impiden el acceso de vehículos.
“La vida fuera de la Ciudad Sadr es normal, pero adentro no y todos los días hay combates y bombardeos aéreos”, comentó Sabah Mohammed Jassim, un individuo de 43 años que tiene cuatro hijos y quien reside aquí desde hace casi 25 años.
Por lo menos 315 personas murieron desde que se reanudaron las hostilidades a fines de marzo, aunque no está claro si eran milicianos, civiles o miembros de las fuerzas de seguridad, según un funcionario del Ministerio del Interior que pidió no ser identificado porque no estaba autorizado a suministrar esta información.
‘GUERRA ABIERTA’
Los combates comprometen los logros recientes en el plano de la seguridad y el cese al fuego decretado por Al Sadr hace casi ocho meses.
El clérigo amenaza ahora con declarar una “guerra abierta” si el Gobierno pro-estadounidense del primer ministro Nouri al Maliki, quien es también shiita, continúa su campaña militar y política para aislar su movimiento.
El teniente coronel estadounidense Dan Barnett, comandante de un escuadrón del regimiento de caballería, dijo que en Ciudad Sadr ya se tuvo un adelanto de la “guerra abierta”.
“(La violencia) Decayó significativamente en los últimos días, pero en las primeras tres semanas hubo una guerra total”, declaró el militar durante una entrevista en la base que sus fuerzas comparten con unidades iraquíes en las afueras de Ciudad Sadr.
Ciudad Sadr es un sector de 21 kilómetros cuadrados con la concentración de shiitas más grande de Irak. Viven amontonados en su mayoría en casas pequeñas a lo largo de estrechos callejones.
Los combates pueden dar un indicio de si las fuerzas iraquíes están en condiciones de tomar el control del país y allanar el camino para el retiro de fuerzas estadounidenses. Decenas de soldados shiitas de las fuerzas regulares abandonaron sus puestos o se negaron a pelear en Ciudad Sadr, en general porque amenazan a sus familias o porque se quejan de que no los apoyan lo suficiente.
Los estadounidenses destacan, no obstante, que la mayoría está cumpliendo la tarea que se le encomienda.
“En relación con su capacidad de asegurar una zona y mantener sus logros, el saldo es positivo”, dijo Barnett. “Y han podido reforzar sus formaciones a pesar de las deserciones”.
MALAS CONDICIONES DE VIDA
Las crecientes tensiones empeoraron las condiciones de vida que ya de por sí eran pobres, con mucha gente viviendo bajo un mismo techo, en casas dilapidadas.
Aumentan las pilas de basura y se tapan los canales de aguas residuales, lo que genera un olor inmundo. Los apagones son más prolongados que en otras zonas de Bagdad y en buena parte del sector no tiene agua potable.
“Nuestra situación es miserable, nos estamos quedando sin nada para comer en la casa”, dijo Rafal Ali, un ama de casa de 27 años que vive en una de las calles donde se registraron los peores combates.
“Nos queda poco kerosene y lo usamos únicamente de noche, en las lámparas. Tenemos un solo tanque de gas y tratamos de usarlo lo menos posible”, expresó.
Ali indicó que se quedó sin aceite para cocinar y que tendrá que salir de la casa e ir a un barrio más tranquilo para encontrar un negocio abierto.
“No dejo que mis dos hijos salgan porque es demasiado peligroso”, manifestó.
Ciudad Sadr fue declarada “Ciudad de la Revolución” al ser construida a fines de los años cincuenta. Cuando Saddam Hussein llegó al poder, en 1979, pasó a llamarse “Ciudad Saddam”. Tras la caída del dictador, en 2003, se la renombró “Ciudad Sadr”, en honor al gran ayatola Mohammed Sadiq al Sadr, padre de Muqtada y quien fue asesinado en 1999 por presuntos agentes de Saddam.
El sector está en manos de milicianos leales a Al Sadr, que controlan el suministro de cosas esenciales como la gasolina y el gas para las cocinas, lo que contribuye a aumentar su influencia entre los residentes.
Umm Sadiq, empleada municipal de 30 años nacida en Ciudad Sadr, dice que no deja que su hijo vaya a la escuela y que su familia está considerando la posibilidad de vender la casa e irse a otro lugar.
“La presencia de hombres armados por todos lados me asusta y me preocupa cuando salgo de casa. No puedo evitar que mis hijos escuchen las detonaciones y explosiones”, señaló.
Culpa tanto al Gobierno de Al Maliki como al Ejércido Mahdi por sus penurias.
“La gente tiene que empezar a dudar de las intenciones del Ejército Mahdi y a decir que los helicópteros no dispararían si no son atacados”, declaró. “La gente no quiere saber nada del Ejército Mahdi ni del Gobierno”.
Al Sadr más lejos de la política y más cerca de las armas
Muqtada al Sadr está considerando la posibilidad de dejar de lado sus ambiciones políticas y reanudar la guerra contra las fuerzas de ocupación, en un giro que pondrá a prueba su influencia y podría desembocar en la creación de un verdadero Estado, protegido por el poderoso Ejército Mahdi.
De tomar ese camino, algo que según legisladores y políticos es muy posible, sería una reacción a la presión del Gobierno iraquí para que Al Sadr renuncie y disuelva su milicia shiita.
Si se margina del proceso político, Al Sadr tendrá más libertad para crear una especie de Estado paralelo con su propia milicia y servicios sociales, similar al que estableció Jezbolá en Líbano, en la década de los ochenta, con ayuda de Irán, según observadores.
Semejante perspectiva podría tener implicaciones desastrosas en momentos en que el Pentágono estadounidense planea el retiro de soldados y el primer ministro Nouri al Maliki finalmente logra algunos progresos en la búsqueda de la reconciliación nacional.
“Muqtada ha demostrado mucha paciencia al no lanzar una guerra total con toda la presión que tiene encima”, expresó Mohan Abedin, director de investigaciones del Centro para el Estudio del Terrorismo en Londres y experto en asuntos shiita. “El Ejército Mahdi es de lejos la organización más fuerte de Irak. Puede causar enormes daños si va a la guerra”.
Se calcula que el Ejército Mahdi tiene unos 60 mil miembros, incluidos al menos 5 mil comandos altamente capacitados, y se envalentonó con la resistencia que ofreció el mes pasado a una ofensiva de las fuerzas regulares iraquíes en Basora y otros sitios.
El movimiento de Al Sadr controla los sectores shiitas densamente poblados de Bagdad y otras zonas, en las que está a cargo de servicios vitales, como la administración de clínicas, y maneja también el suministro de combustible.
Al Sadr declaró el año pasado un cese al fuego que se considera contribuyó en buena medida a un declive de la violencia.
Pero el clérigo, quien pasó el último año en un seminario en la ciudad iraní de Qom, considera seriamente la posibilidad de suspender la tregua y desvincularse del bloque político que tiene en el Parlamento, según figuras leales y políticos shiitas.
Al Sadr tendría entonces libertad para disponer ataques del Ejército Mahdi contra blancos iraquíes y estadounidenses.
Una ofensiva del Ejército Mahdi podría tener consecuencias nefastas. Sus combatientes libraron feroces batallas con las fuerzas estadounidenses en 2004 y fueron responsabilizados por ataques carreteros con bombas que mataron a una cantidad de soldados estadounidenses.
Los milicianos Mahdi también ofrecieron tenaz resistencia a las fuerzas regulares iraquíes en Basora el mes pasado y obligaron al Gobierno a acordar una tregua supervisada por Irán.
En una conversación que mantuvo este mes en Qom con el ex primer ministro Ibrahim al Jaafari, Al Sadr aseguró que jamás desmantelaría el Ejército Mahdi mientras haya fuerzas extranjeras en Irak, según políticos shiitas.
Salah al Obeidi, principal portavoz de Al Sadr en Irak, admitió que el clérigo y los iraníes tienen contactos estrechos y metas comunes. Destacó, no obstante, que Al Sadr no es el títere de nadie.