“Qué bueno que la guerra sea tan terrible, porque si no nos acostumbraríamos a ella”.
Robert E. Lee
Ensenada, B.C.- Lo que comenzó en el bulevar Insurgentes de Tijuana a la 1:40 de la madrugada del sábado 26 de abril fue una verdadera batalla en la que participaron decenas de pistoleros fuertemente armados. El saldo oficial en el momento en que escribo es de 13 muertos y cinco lesionados.
Es muy probable que estas cifras terminen siendo mayores. Se sabe que cuando menos un cadáver fue rescatado por sus compañeros y no ha sido incluido en las cifras oficiales. En el momento en que escribo estas notas, por otra parte, uno de los heridos se encuentra al borde de la muerte. Hay cuando menos trece personas detenidas, entre ellas los heridos, lo cual sugiere la posibilidad de que en esta ocasión sí logremos conocer qué ocurrió.
Lo que sabemos hasta ahora es que una caravana de cuando menos 10 vehículos, algunos de ellos blindados, avanzaba por el bulevar Insurgentes, en el Este de Tijuana, transportando a un aparente capo protegido por un contingente de pistoleros. La columna fue atacada por un comando al acecho en vehículos y también con armas de alto poder. La mayoría de los muertos parece haber pertenecido al grupo que viajaba en la caravana. Varios quedaron muertos en el ataque inicial en el interior de sus vehículos sin haber sacado sus armas.
Después de esta batalla inicial se generaron cuando menos otras dos en distintos puntos de la ciudad, conforme algunos pistoleros trataban de huir y otros los perseguían. Aparentemente en estos enfrentamientos participaron policías con órdenes de detener a los participantes en la batalla.
Se especula sobre la posibilidad de que la batalla inicial haya involucrado a dos partes del Cártel de Tijuana —el de los Arellano Félix— lo cual confirmaría que éste se ha desintegrado y los grupos surgidos en su interior buscan el predominio en la plaza. Uno de los muertos parece ser Luis Alfonso López Velarde, “El Muletas”, uno de los lugartenientes de Teodoro García Semental, “El Teo”, de los Arellano Félix. Las autoridades, empero, no han confirmado oficialmente esta información.
La fuerza que los narcotraficantes han asumido en Tijuana es evidente desde hace mucho tiempo. Su capacidad de fuego supera a la de las policías. Sin embargo, la unidad de mando que los narcotraficantes tuvieron en alguna época bajo el mando de los Arellano Félix, y que de alguna manera garantizaba la paz, se ha desmoronado. Lo que hoy vemos son bandas distintas que pelean por el control de un territorio.
La batalla del bulevar Insurgentes se registra a unos días de que el general de División, Sergio Aponte Polito, comandante de la Segunda Zona Militar, diera a conocer una carta en que acusaba a una serie de comandantes y funcionarios de las policías federal, estatal y municipales de colaborar con el narco. Cuando menos una de las personas aludidas, Sonia Patricia Navarro, ex subprocuradora y actualmente directora de Control y Seguimiento de la Procuraduría del Estado de Baja California, presentó una denuncia por difamación en contra del general Aponte y exigió que el general compruebe sus acusaciones o se retracte. De todas maneras, la directora fue cesada este fin de semana por órdenes del gobernador José Guadalupe Osuna.
En un año en que en el país se han registrado ya más de mil ejecuciones por parte de la delincuencia organizada, Tijuana sola concentra 198. La batalla del bulevar Insurgentes de la madrugada del 26 de abril fue, evidentemente, sólo un capítulo de una guerra más prolongada y más complicada.
La ciudad de Tijuana y el resto del estado de Baja California han tenido que habituarse a vivir y prosperar en medio de esta guerra entre narcos. Es significativo, por ejemplo, que las cifras de ocupación hotelera no han sufrido demasiado. En 2007, último período para el que el estado ofrece cifras, los hoteles de la ciudad tuvieron un índice de ocupación promedio de 60 por ciento. Entre 2003 y 2006 se registraron cifras de entre 57 y 62 por ciento. Mucha de esta ocupación, sin embargo, es de viajeros mexicanos que llegan a Tijuana por razones de trabajo.
Más que las disputas entre bandas, lo que parece inquietar a los tijuanenses es una ola de secuestros que ha afectado a la ciudad. Muchos empresarios importantes de la zona han mudado a sus familias a San Diego. Otros simplemente se habitúan. En realidad, si se descuentan las ejecuciones en narcos, los índices oficiales de inseguridad no parecen haberse modificado mucho. “Yo me siento más seguro en la avenida Revolución (de Tijuana) que en East Los Ángeles”, me dice un mexicano-estadounidense. Quizá. Pero el hecho es que nadie en Tijuana puede estar seguro de que una batalla como la del bulevar Insurgentes no lo alcanzará.
COSTOSA E INFRUCTUOSA
Los legisladores del Frente Amplio Progresista finalmente liberaron las tribunas del Congreso el viernes 25 de abril, cinco días antes del 30 de abril en que habían prometido hacerlo. El retiro de las mantas de las tribunas se hizo en tono festivo, para pretender que se había alcanzado una victoria. Los integrantes del FAP saben, sin embargo, que la acción resultó costosa e infructuosa. Costosa, porque subrayó la fama del PRD y sus aliados como partidos violentos y autoritarios. Infructuosa, porque no se impidió el trabajo parlamentario y tampoco se modificaron las posibilidades de aprobación de la reforma energética.