La sustitución de Beatriz Zavala por Ernesto Cordero en la secretaría de Desarrollo social (Sedesol) puede ser interpretada de varias maneras. Al modo priista, y valido de que la designación y remoción de miembros del Gabinete es una prerrogativa presidencial de la que no debe dar cuenta a nadie (ni siquiera a sus electores) Felipe Calderón no ha explicado su decisión, por lo que es preciso y posible conjeturar sobre lo acontecido.
La designación de Cordero en lugar de Beatriz Zavala es un triunfo de la tecnocracia sobre la política. Esas dos maneras de ejercer el poder suelen estar en tensión cuando no en disputa. Calderón ha preferido privilegiar los criterios técnicos sobre los políticos en esta etapa de la Sedesol, lo que haría suponer que Cordero será también un secretario provisional, pues cuando se acerque el relevo presidencial el manejo de los vastos recursos y la Red de contactos políticos propios de esa Secretaría volverán a ser manejados no sólo con sentido político sino partidario.
Cordero es actuario y completó su formación matemática con una maestría en Administración y el doctorado en Economía en Pennsylvania. Su breve carrera pública, siempre cercano a Calderón, corresponde a esa preparación: director de Administración de Riesgos en Banobras, subsecretario de Planeación en Energía, subsecretario de Egresos en Hacienda. La ruta de Beatriz Zavala ha sido política, y sus grados y desempeños parten de las ciencias sociales: a su licenciatura en antropología social (obtenida en la Universidad de Yucatán) agregó una maestría en sociología (por la de Kentucky) y realizó carrera académica en su tierra natal hasta que hace diez años, en 1997, ingresó formalmente en la política, como diputada federal. Lo fue una vez más en 2003; en el interregno fue diputada local; y hace dos años fue elegida senadora por mayoría, con muchos votos más que la candidata priista, Ivonne Ortega, que hoy es gobernadora de esa entidad.
La renuncia de la secretaria le habría sido demandada por un desempeño por debajo del necesario y aun del previsto. A pesar de que Sedesol es un ministerio dadivoso, o por ello mismo, su operación genera multitud de problemas, que no habrían sido bien encarados.
La vulgaridad con que el gobernador Humberto Moreira se refirió a ella en septiembre pasado (cuando calificó de estúpidas algunas declaraciones) reflejarían su dificultad para tender puentes con los gobiernos locales. Ello se añadiría a la lentitud con que se mueve la pesada maquinaria de una Secretaría que ha de cumplir decenas de programas.
Puede ser también que la inclusión de la ya ex secretaria en el Gabinete federal se originara sólo en la necesidad de cubrir una cuota de género y por ello al paso del tiempo se tornara prescindible, pues importa ahora menos que en diciembre de 2006 generar el efecto demostración. Calderón quería subrayar la presencia femenina en su Gobierno, superando al de su antecesor y a los priistas, demasiado parcos al nombrar secretarias de Estado. Fox designó a dos y una de ellas la sustituyó con un varón. Calderón empezó con cuatro y ahora se quedará con tres, con lo cual la cuota sigue siendo mayor que las anteriores.
Puede ocurrir también que Calderón quiera tirar lastre, si de ese modo concibió la designación de su principal operadora en la porción yucateca de sus campañas por la candidatura presidencial y en pos del Poder Ejecutivo. A esa lógica, olvidar los adeudos del pasado sin necesidad de cumplirlos, obedecería el no haber incorporado a Patricio Patrón Laviada a su Gobierno, después de que él concluyó el suyo hace ya casi seis meses. En la contienda interna de 2005, el abrumador triunfo de Calderón sobre Santiago Creel en Yucatán fue descalificado por éste, que adujo haber sufrido prácticas de corte priista (como las que, por otro, hay que decirlo, él llevó adelante en Veracruz) que fueron determinantes de su derrota. Recordar ese episodio, por lo demás, nos alecciona sobre la propensión calderonista a ganar “haiga sido como haiga sido”). Al nombrar a Beatriz Zavala por trece meses el presidente habría considerado cubierta su deuda en episodios que no quiera tener presentes.
Con Yucatán está relacionada otra hipótesis sobre el desplazamiento de la hasta anteayer titular de Sedesol. Acción Nacional no sólo perdió la gubernatura y la mayoría legislativa en la elección de mayo pasado, sino que la renuncia-denuncia de Ana Rosa Payán, aunque no haya tenido notorios efectos electorales sí los causó en el tejido del panismo peninsular, que ha tendido a ser espacio de disputas y aun de riñas.
Aliviada de sus responsabilidades formales como colaboradora del Ejecutivo, y recuperada su curul en el Senado, Beatriz Zavala ganaría libertad para contribuir a la sanación de su partido, aunque no pueda ignorarse que ella ha sido parte en algunos enfrentamientos interiores.
Atendamos, en fin, a la posibilidad de que el tránsito de la secretaria al comité nacional panista responda llanamente, como se ha dicho, a que Germán Martínez la necesita en su Gabinete, aunque después de su despido la función que se le ha encargado (relaciones gubernamentales) podría parecer una broma cruel a los ojos de los creyentes en su insuficiente capacidad para vincularse con los niveles de Gobierno que debía atender. La renuncia del propio Martínez a una secretaría de Estado significaría que él y Calderón atribuyen semejante importancia a participar en el Gobierno que en el partido.