“El Gobierno no resuelve los problemas:
los subsidia”.
Ronald Reagan
Primero la buena noticia. Por primera vez en la historia reciente, México está registrando una tasa de inflación inferior a la de Estados Unidos y de la mayoría de los países del mundo. La mala es que esta baja inflación es una bomba construida con subsidios y controles de precios que terminará por estallar en las manos de los funcionarios del Gobierno.
Pese a su reputación como presidente fiscal y financieramente responsable, el Gobierno de Felipe Calderón ha mantenido una irresponsable política populista en materia de precios petroleros. El 30 de noviembre de 2006, un día antes de que asumiera la Presidencia de la República, el precio del petróleo crudo mexicano se encontraba en 47.60 dólares por barril. Ayer la cotización llego a los 98.67 dólares.
Esto quiere decir que durante el Gobierno del presidente Calderón la cotización del petróleo crudo mexicano ha aumentado 107 por ciento. Mientras tanto, el precio de la gasolina Magna, que era de 6.71 pesos por litro en noviembre de 2006, es en este mes de abril de 2008 de 7.09 pesos por litro. El incremento, en otras palabras, ha sido de 5.7 por ciento a pesar del llamado gasolinazo.
La primera reacción de la gente cuando digo que esto es populismo y que tendrá consecuencias muy negativas para nuestro país es de incredulidad. ¿Para qué somos un país petrolero -me dicen- si no es para darnos a nosotros mismos descuentos en el precio de la gasolina?
Esto es lo que han dicho siempre los caudillos de países petroleros, desde José López Portillo en el México de los setenta, cuando nuestro reto era aprender a manejar la abundancia, hasta el actual Hugo Chávez de Venezuela. Pero los resultados de la clásica política de país petrolero de subsidiar el precio de la gasolina han sido siempre trágicos al final.
México está pagando ya un precio enorme por esta política. Para empezar, estamos importando el 40 por ciento de nuestra gasolina. El combustible que compramos en el exterior se vende en nuestro país con pérdidas, las cuales tienen que cubrir Petróleos Mexicanos y el Gobierno Federal. Pero no sólo la gasolina que importamos produce pérdidas: también la que producimos en nuestro país lo hace. De hecho, todas las refinerías de Pemex en México pierden dinero, tanto por la antigüedad de las instalaciones y la falta de inversión como por los precios tan bajos a los que se vende el combustible en nuestro país. La única refinería de Pemex que gana dinero es la de Deer Park en Houston, pero esta ganancia la convertimos en pérdida tras importar la gasolina y venderla en México por debajo del precio real.
¿Qué importa -me pregunta mucha gente- que Pemex y el Gobierno pierdan dinero en la venta de gasolina? Quienes hacen esta pregunta demuestran una absoluta falta de conciencia de que los mexicanos somos dueños de Pemex y que el Gobierno Federal no es otra cosa que una organización establecida por nosotros para administrar los recursos que tenemos de manera colectiva. Es como si pensáramos que no tiene sentido exigir un buen desempeño de la administración del condominio en el que vivimos porque suponemos que la que pierde es la administración y no nosotros.
La verdad es que las pérdidas que estamos teniendo los mexicanos como consecuencia de la política populista de nuestro Gobierno son enormes. El dinero que se está evaporando en el subsidio podría usarse para hacer las inversiones que Pemex necesita, para construir la infraestructura que nos haría más competitivos como país y para dar apoyos sociales y educación a los más pobres de nuestro país.
Si el precio de la gasolina hubiera subido tanto como nuestro petróleo crudo, hoy el litro de Magna debería estarse vendiendo a 14 pesos. Parece un alza muy fuerte, pero es la que han tenido que afrontar los consumidores en países bien administrados. Si esto ocurriera, nuestro Gobierno no podría vanagloriarse de haber controlado una inflación, que en realidad se está disparando en todo el mundo.
Por lo pronto, el subsidio a la gasolina está generando distorsiones económicas muy importantes. El consumo de combustible está aumentando con rapidez en México, mientras se reduce en otros lugares del mundo donde el alza de los precios del crudo sí se ha reflejado en los precios de la gasolina.
El dinero que estamos perdiendo, y que ya no podemos invertir en proyectos social y económicamente redituables, lo estamos utilizando para subsidiar el consumo de gasolina del 5 por ciento más rico de la población, la que tiene vehículos privados. Sí, es verdad que el transporte de carga y el público también usan combustibles. Pero el mayor subsidio se está dando a los automovilistas. Como todos los gobiernos populistas, el de Felipe Calderón está saqueando una empresa de todos los mexicanos, incluso los más pobres, para regalar dinero a los más ricos.
VIVIR MEJOR
El Gobierno mexicano empezó a tener éxito en la lucha contra la pobreza cuando abandonó los subsidios generalizados para concentrarse en programas focalizados de apoyo a los más pobres. Vivir Mejor, el programa que dio a conocer ayer el presidente Calderón, heredero de Solidaridad, Progresa y Oportunidades, es un paso en la dirección correcta. Pero cuidado. La experiencia nos dice que ningún país ha salido de la pobreza con programas sociales. La única llave para la prosperidad es la inversión productiva.