Goran Bregovic está de vuelta en México para cerrar, con una banda típica oaxaqueña, la fiesta del Festival de México del Centro Histórico. (El Universal)
Hay un viejo chiste en los Balcanes. Dos tipos caminan y de pronto una serpiente muerde a uno en los genitales. El otro corre al doctor, quien le dice que la única manera de salvarlo es succionando el veneno directamente de la parte afectada.
Cuando vuelve con su amigo, le dice resignado que el diagnóstico del doctor es que va a morir.
En ese chiste, el músico Goran Bregovic encuentra una metáfora de la situación política de su país. “Nos mordieron en el lugar menos indicado”, dice con cierta resignación.
El artista está en México para participar en el Festival de México en el Centro Histórico. El próximo viernes, en Oaxaca, y el sábado, en el Distrito Federal, los metales de la Banda para Bodas y Funerales compartirán el escenario con los de la Banda Instrumenta, integrada por 25 músicos oaxaqueños de primer nivel.
El encuentro metalero, a desarrollarse en el Zócalo capitalino, para marcar la clausura del festival, será una mezcla afortunada y también una convergencia musical de dos territorios alejados geográficamente, pero con mucho en común.
Nacido en 1950 en Sarajevo, de madre croata y padre serbio, Bregovic es en la actualidad uno de los músicos balcánicos más conocidos en el mundo.
Sus colaboraciones musicales en películas clave de la filmografía de Emir Kusturica, como Underground y Arizona Dream, lo proyectaron a la fama. No se considera un buen compositor, sólo uno que tuvo la suerte de colaborar en buenas películas.
Respecto de su relación con Kusturica, considera que diez años de intercambio son suficientes hasta para compartirlos con Angelina Jolie.
Bregovic es inseparable de su banda, integrada por una potente sección de metales que toca con instrumentos viejos del ejército que producen una síntesis de música y locura.
En entrevista, Bregovic confiesa por qué le seduce el sonido del metal.
“De joven tocaba rock. Si ahora tomara una guitarra eléctrica me sonaría a una arpa. Es algo débil en comparación con los metales. Son la artillería. Por eso me gusta”,dice.
Bregovic -quien contesta a todo con anécdotas- vivió en Yugoslavia bajo la dictadura de Tito, quien gustaba de los mariachis. Hace unos 20 años el músico anduvo de paso por la ciudad de México y visitó Garibaldi.
Descubrió en los mariachis una similitud con su país natal.
“En mi país pagas a los músicos en efectivo para que toquen lo que te gusta. El dinero en efectivo es algo que pone de buenas a cualquier músico. Mis músicos tienen salario, pero yo siempre les doy efectivo. No es un buen momento sólo para el músico, sino también para el que da el dinero, quien quiere marcar ese momento en el tiempo ¿Por qué alguien quiere beber un vino de mil dólares? ¡Para marcar el momento!”, comenta.
Los miembros de la banda que lo acompaña se dedicaban a tocar en bodas y funerales antes de viajar por el mundo con él. Y es que en su tierra, al igual que en Oaxaca, la música le da un sentido al calendario, un sonido a la idea de tiempo.
“Soy del lugar en donde la boda o el funeral son los momentos más importantes en la vida de alguien, no sólo personalmente, sino para la comunidad. Así era en Europa hace un siglo, pero en general en los Balcanes estamos un siglo atrasados.
“La música que se toca en estos momentos es la más importante. Si te consideras un músico importante es en estos momentos en donde se toca tu música. Tengo esa suerte”, agrega.
Bregovic -quien sacará un nuevo disco en septiembre- no conoce Oaxaca, ni a los músicos con los que tocará. No sabe si son profesionales ni le importa. Está convencido de que la música, como la cocina y el sexo, no debe dejarse sólo a los profesionales.
-¿Qué hubiera sido de Goran Bregovic sin la música?
-Comencé muy joven como músico. Por suerte inicié en los table dances. Vi muchas mujeres desnudas entre los 16 y 17, como los demás chavos de Yugoslavia. Me divertí con la música.
“A los 18 años ya estaba tocando en Italia. Tuve algunos problemas con las drogas y mis padres me trajeron de regreso. Comencé a estudiar filosofía. Me hubiera vuelto profesor de marxismo, pero durante el último año de la universidad produje mi primer disco y me volví una estrella en pocas semanas”, apunta.
“Me salvé. De no haber sido músico no sé qué estaría haciendo, pero seguramente no sería profesor de marxismo. Cualquier otra cosa”, concluye.