Lo inaccesible del terreno, en combinación con las condiciones del viento, dificultaron las labores de los brigadistas.
Luego de diez días de una intensa lucha entre el hombre y la naturaleza, el fuego ha cedido y se tiene controlado el siniestro en la comunidad de Santiago Bayacora.
Durango. Con solamente cinco horas de sueño, con el humo calando en la garganta, trabajando con el sol cayendo a plomo, pero con la satisfacción de haber ganado la guerra, los brigadistas de la Comisión Nacional Forestal (Conafor) enviados a combatir el incendio forestal que por diez días consumió gran cantidad de hectáreas en la comunidad indígena de Santiago Bayacora, ahora están ansiosos de regresar a casa para descansar.
Territorio. El incendio empezó en la zona montañosa del predio particular Nicolás Romero, presumiblemente por una quema agrícola que se salió de control avanzó en línea recta consumiendo hectáreas de la comunidad indígena de Santiago Bayacora y el predio Santa Elena, del municipio de Durango. El siniestro inició el 28 de abril y desde entonces se enviaron brigadistas contra incendios de la Conafor, de la Secretaria de la Defensa Nacional (Sedena) y voluntarios de la zona.
Para poder llegar al lugar afectado es necesario conducir cerca de 30 minutos por la carretera Durango-Mezquital, hasta tomar la desviación que conduce al poblado Nicolás Romero. A partir de entonces el camino se convierte en terracería que es necesario cruzar con vehículo pesado, lo más recomendables son las camionetas de tres toneladas pues cualquier otra se queda atascada en el intrincado trayecto. Esto se prolonga por espacio de dos horas de extensas pendientes y peligrosos desfiladeros.
Campamento. Más adelante se encuentra el campamento base. El ambiente que se percibe es de total camaradería, los voluntarios y brigadistas de la Conafor han trabajado juntos por diez días, lucen cansados y su rostro pintado de color negro por estar constantemente en contacto con el fuego; y a pesar de todo sonríen.
“El lunes pasado estuvo fuerte el trabajo, tuvimos una jornada como de 19 horas, es que el aire no nos ayudaba a controlar el incendio”, expresa Julio César Vargas Luna, integrante de la Brigada Móvil 10 de Conafor. A sus 33 años de edad y 16 de estar combatiendo incendios, “es el más fuerte que me ha tocado combatir. Nos urge descansar porque trabajamos desde las 6:00 de la mañana hasta las 11:00 ó 12:00 de la noche”, agregó.
Control. La ardua labor dio frutos ayer, cuando el Centro Nacional de Control de Incendios Forestales decretó que el siniestro se encontraba controlado, mas no liquidado, aún resta esperar su evolución pesar de que no puede avanzar pues fue “cortado” con brechas.
“Venimos de otro incendio en San Bernardino de Milpillas Chico (Pueblo Nuevo) pero ya lo bueno es que después de diez días nos toca descansar. Hasta para comer tenemos problemas porque con dos tacos nos llenamos, es más la sed y el sueño que tenemos que el hambre”, concluyó Julio César. Luego de recoger los campamentos emprendieron el regreso a casa, aunque son conscientes de que la temporada de incendios termina hasta finales del mes de junio.
Por Juan Manuel Cárdenas
El Siglo de Durango
Combate por aire y tierra
Durango.- Para el ataque en tierra se utilizó maquinaria pesada y vía aérea trabajaron con dos helicópteros especializados. Los fuertes vientos, la tipografía del lugar y los caminos inaccesibles dificultaron el combate del incendio y por eso el Comité Estatal de Prevención, Control y Combate de Incendios Forestales de Durango solicitó reforzar las tareas con equipo y brigadas que llegaron procedentes de la ciudad de Guadalajara y del Distrito Federal. Al pie del cañón estuvieron trabajando 175 elementos en total, 95 de ellos eran de las brigadas de Conafor, 40 de la Sedena y 40 voluntarios de las comunidades cercanas, quienes realizaron labores de ataque directo.
(CIFRAS)
Se estima que el daño a la superficie dañada por el incendio asciende a las 11 mil hectáreas.
5,400 hectáreas
de arbustos y matorrales fueron arrasadas por las llamas, aunque los especialistas afirman que con las primeras lluvias se repondrá el daño.
5,400 hectáreas
del terreno siniestrado están conformadas por pastizales y agostadero, las otras 200 hectáreas son de arbolado adulto que no sufrió mayores daños.