La operación en una clínica privada de los Campos Elíseos implica un corte semicircular, 10 puntadas de sutura absorbente y un cargo con descuento por dos mil 900 dólares.
No obstante, para la paciente, una estudiante francesa de 23 años y de ascendencia marroquí, el procedimiento de 30 minutos representa la clave para una nueva vida: la ilusión de la virginidad.
Al igual que un creciente número de mujeres musulmanas en Europa, la joven se sometió una himenoplastía, es decir, una restauración del himen, la delgada membrana vaginal que normalmente se rompe durante la primera relación sexual.
“En mi cultura, no ser virgen implica ser sucia”, dijo la estudiante. “En estos momentos, la virginidad es más importante para mí que la vida misma”.
Al tiempo que aumenta la población musulmana en Europa, muchas jóvenes musulmanas se encuentran atrapadas entre las libertades que ofrece la sociedad europea y las arraigadas tradiciones de las generaciones de sus padres y abuelos.
Ginecólogos reportan que en el último par de años aumentó marcadamente la cantidad de mujeres que solicitan certificados de virginidad como prueba para los demás.
Los cirujanos que realizan el procedimiento, dicen que le están dando a sus pacientes la posibilidad de un futuro viable al tiempo que evitan ser objeto de abusos, o incluso de ser asesinadas, por sus padres o hermanos.
“¿Quién soy yo para juzgar?”, preguntó el doctor Marc Abecassis, el cirujano plástico que restauró el himen de la estudiante francesa. “Tengo colegas en Estados Unidos cuyas pacientes lo hacen como regalo de San Valentín para sus esposos. Lo que hago es diferente. No es por diversión. Mis pacientes no tienen otra alternativa si quieren tener serenidad, y maridos”.
Las historias de mujeres que se han sometido a la cirugía transmiten la complejidad y la emoción detrás de sus decisiones.
Una mujer musulmana de 32 años nacida en Macedonia dijo que optó por la operación para evitar ser castigada por su padre cuando su relación de ocho años con su novio llegó a su fin.
“Tenía miedo de que mi padre me llevara al doctor para investigar si seguía siendo virgen”, dijo la mujer, que tiene un pequeño negocio y vive por su cuenta en Francfort. “Me dijo, ‘puedo perdonar todo menos que ensucies mi honor’. No tenía miedo de que me matara, pero estoy segura de que me hubiera golpeado severamente”.