El cabildo es el órgano más importante de un ayuntamiento. Es donde se revisan, analizan, modifican y crean los reglamentos que norman la vida de los municipios. Por el cabildo pasan las decisiones más trascendentes de los gobiernos de las ciudades en materia de regulación, construcción, apoyo social, seguridad pública, vialidad, servicios públicos, ecología, finanzas y, en general, todo lo que tiene que ver con el desarrollo de las urbes y su entorno.
Los ediles —alcalde, síndicos y regidores—, en su calidad de integrantes del cabildo, tienen la responsabilidad de tomar las mejores decisiones para resolver los problemas que afectan a los municipios y, en suma, para hacer de éstos, lugares más habitables en donde el orden y la armonía sean los ejes rectores del crecimiento y la convivencia de las localidades.
En las sesiones de cabildo se aprueban o rechazan propuestas y medidas relacionadas con lo descrito, de ahí su relevancia dentro de las tareas de los ediles. Pero el trabajo de ellos no empieza ni termina en las sesiones. Antes y después de las mismas debe haber una ardua labor de análisis, consenso, acercamiento ciudadano, estructuración de planes y reglas, así como de revisión, seguimiento, vigilancia y evaluación de las acciones acordadas que tendrá que desempeñar la Presidencia Municipal.
Es en las comisiones en donde se lleva a cabo la mayor parte del trabajo previo y posterior a las sesiones. Dichas comisiones son organismos plurales en los que se discuten y preparan las disposiciones y dictámenes que habrán de ser sometidos a votación en el pleno. La labor en comisiones es entonces más que un complemento de las sesiones de cabildo, es una extensión y parte fundamental de las mismas.
Pero parece que los ediles de Gómez Palacio ignoran todo lo anterior o, si lo saben, les preocupa nada cumplirlo. Este juicio surge del hecho de que, según la investigación realizada por El Siglo de Torreón y que se publica en la edición de hoy, la mayor parte de las comisiones del cabildo de la vecina ciudad no ha sesionado más de 4 veces en los 8 meses que tiene la Administración de Ricardo Rebollo Mendoza, es decir, no más de una reunión cada 60 días en promedio.
Del total de las 25 comisiones en las que se divide la tarea de los ediles, cinco nunca han sesionado, siete se han reunido una sola vez, tres han sesionado en dos ocasiones, cinco se han reunido tres veces y sólo una ha sostenido 4 sesiones. Hay dos comisiones que se han reunido hasta 7 veces y dos más cuyo número de sesiones se desconoce.
De acuerdo con el Reglamento Interior del Ayuntamiento de Gómez Palacio, entre las obligaciones de los regidores y síndicos está la de “desempeñar las Comisiones que les encomiende el Ayuntamiento e informar con la periodicidad que se les señale sobre las gestiones realizadas” y “rendir un informe mensual del estado que guarden los asuntos de cada comisión que se les hubiese conferido”.
Como puede observarse, los ediles incumplen con lo establecido en el citado reglamento al sesionar tan poco en comisiones. Alguien pudiera argüir que si hay comisiones que no se han reunido es porque no hay temas que abordar o tareas pendientes que desarrollar en el asunto que concierne a la comisión. La respuesta a este argumento es muy sencilla: los regidores y síndicos deben tener la sensibilidad y disposición para detectar las demandas de la ciudadanía y los problemas que a ella afectan. Para eso les pagan 25 mil pesos al mes. Además, en Gómez Palacio, cualquiera lo sabe, sobran quejas que atender y dificultades que resolver en todos los aspectos.
Los ediles gomezpalatinos no tienen excusa para no ponerse a trabajar y parte importante de su trabajo es sesionar en comisiones y producir políticas públicas que contribuyan a mejorar el nivel de vida de los ciudadanos, a quienes dicen representar y defender.
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