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Cambio (¿cambio?) de guardia en Rusia

El comentario de hoy

Francisco Amparán

La semana pasada, en teoría, se dio un cambio de régimen en Rusia. Y decimos que en teoría, porque no estamos muy seguros de que en realidad haya un nuevo Gobierno en aquel vasto país.

Y es que aunque algunos quieren ver el asunto como un cambio generacional y de guardia, otros nos vemos tentados a comparar la situación con la que México vivió en el período llamado del Maximato.

Cuando en 1928 Plutarco Elías Calles terminó su mandato constitucional, luego que Álvaro Obregón fuera asesinado por un ferviente católico que usó un arma que disparaba proyectiles de distintos calibres, se designó presidente provisional a Emilio Portes Gil. Para efectos prácticos, Calles siguió siendo presidente, y Portes le servía de fachada. En 1930, mediante un fraude espectacular (precoces, esos priistas de entonces), llegó a la presidencia Pascual Ortiz Rubio, mejor conocido por la raza como El Nopalito. Nada más para despistarle, nombró a Calles ¡su Ministro de Guerra! En poco tiempo el sonorense lo quiso mangonear tan feo, que Ortiz Rubio renunció. En su lugar quedó Abelardo Rodríguez, quien dejó que Calles hiciera lo que le diera la gana, con tal de que los hilos de títere no le estorbaran para abrir negocios y poner casinos.

De regreso a 2008: en Rusia acaba de jurar el puesto de presidente de ese país un jovenazo de 42 años, Dimitri Medvedev, quien ganara de calle las elecciones hace unos meses. Claro, básicamente porque su antecesor, Vladimir Putin, lo escogió mediante el muy elegante y nada complicado dedazo. Los comicios subsecuentes, como en los mejores tiempos del PRI por estos lares, fueron un simple, fastidioso requisito.

Ya con la investidura, el primer acto de Medvedev fue nombrar primer ministro… a Putin. Lo que no representó ninguna novedad: el día en que se dio su “destape”, Medvedev había dicho que haría precisamente eso.

Así pues, todo hace pensar que Putin le dará la vuelta a la prohibición constitucional de no reelegirse, mediante el sencillo expediente de ser el poder detrás del trono.

Sin embargo, quizá no sea todo tan simple y transparente. Después de todo, Medvedev es un espécimen raro en la política rusa: es el gobernante más joven desde Nicolás II. Nacido en 1966, en su vida adulta no conoció otro gobernante soviético que Gorbachev. No tuvo nunca nexos ni con los militares ni con la KGB. Y prácticamente toda su carrera la realizó cuando la Unión Soviética se había desplomado, dando paso a una nueva realidad. Así pues, en teoría no está lastrado por el pasado como todos sus antecesores.

Claro que la sombra del caudillo Putin se proyectará fuertemente sobre él. Quizá Medvedev debiera leer una biografía de Lázaro Cárdenas… y aprender cómo deshacerse de molestos tutores indeseados… como lo hizo la Esfinge de Jiquilpan con Plutarco Elías Calles. Es una idea, nomás.

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